Daemongelus

Todos hemos oído hablar de los ángeles guardianes. Eran los protagonistas de esas historias que nos contaban de pequeños, esos cuya mención nos hacía sonreír e inocentemente imaginar como sería el nuestro, como se llamaría, si estaría en ese momento a nuestro lado. Y si nuestra inocencia llegaba a un límite mayor, aún alzábamos la manita intentando tocarlos a nuestro lado, como si fueran seres invisibles e incorpóreos. Pero eso sólo eran creencias…

… ¿o no?

¿Y si fueran reales? ¿Y si realmente las personas hubiéramos nacido con el don de tener a alguien cuidándonos siempre, a alguien que nos protegiera de cualquier mal? No sería tan ilógico. De hecho, no sería nada ilógico.

Pero hemos cometido demasiados errores idealizándolos. Nos los hemos imaginado como figuras celestiales e inalcanzables. No son nada de eso. Son personas como tú y como yo, de carne y hueso, que viven una vida normal, rodeados de gente normal y con costumbres normales. Por eso son tan difíciles de encontrar.

Sí, así es. Existen. Los ángeles guardianes existen. Y tienen una función: protegernos de los demonios incubos.

Se dice que los incubos han empezado a atacar a la población hace poco. Son solo leyendas urbanas pero dicen… dicen que son seres del infierno que se apoderan de los cuerpos de los humanos cuando duermen para recrearse. Los ángeles tratan de evitarlo a toda costa, aunque no siempre funciona. Y entonces terminamos condenados a un final fatal como los simples mortales que siempre hemos sido.

Las primeras apariciones han empezado en Roma. Muchachas de escasos dieciséis años aparecen de la noche a la mañana con el rostro bañado en lágrimas y las manos sobre su vientre, acariciando futuros niños fruto el demonio. Adolescentes con una vida gris y monótona recobran la alegría de vivir y, cuando les pides una explicación, te confiesan con una sonrisa soñadora que han conocido a un chico guapísimo que afirma ser su ángel de la guarda. Ellas realmente no saben si creerle, pero su simple e inquebrantable presencia ya las ensimisma. Y por último no olvidemos a esos pequeños niños que pueden contar sus años con los dedos de una mano. Esos que se encuentran en la calle con mirada inexpresiva, que nadie les conoce y ni ha visto nunca a sus padres, y cuando una bondadosa pareja de ancianos van a preguntarles, ellos sólo responden que no hay problema, que son cupidos y pueden regresar al cielo cuando quieran.

¿Rarezas? ¿Mitos? ¿Bromas? Nadie lo sabe. Son cosas de esas que cuestan de creer cuando te las cuentan. Pero puedes verlo con tus propios ojos y sacar conclusiones…

Bienvenido a Daemongelus, la sociedad de seres celestiales.


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