Ya había dado un par de vueltas sin que nadie se le acercara.
Iba por la tercera cuando sintió un tibio aliento en su nuca y una varonil voz que le invitaba a buscar una habitación.
Se giro lentamente, hasta quedar de frente al cliente. Sonrió tanto con los labios como con los ojos, dejando que el hombre lo observara tanto como quisiera. Después de todo, iba a pagar por tenerlo.
- Será un placer acompañarlo -dijo haciendo una pequeña reverencia. Por lo general a los clientes les gustaba que se comportara de manera sumisa, aunque ya iría descubriendo los gustos de su cliente cuando estuvieran en la intimidad.
- Por favor sígame, yo le guiaré hasta una habitación muy cómoda.
Por supuesto, sabía quien era ese cliente, y aunque nunca antes había estado con él, sabía que era uno de los más importantes del burdel, así que lo llevó a la mejor suite del loca.
Una vez adentro, cerró la puerta y se quedó de piel, frente al hombre, esperando sus órdenes para empezar a servirle.