Disfrutando De La Libertad (PRIVADO)

Inu se agazapaba contra los arbustos, a escasos metros del banco en el que estaba sentado el moreno. Talos aún no los había presentado oficialmente, y él no sabía cómo debía dirigirse a Jounochi ya que nadie se lo había indicado por lo que se había dedicado los siguientes días a huir con nerviosismo de cualquier contacto de cualquier tipo con el otro esclavo, pero al ser la otra persona bajo su protección, se había decidido a seguirlo, ya que su amo de todas maneras no estaba en casa. Tampoco sabía si le estaba permitido o no salir sin la correa usual con la que lo sacaban de paseo por el cuartel militar, así que para ahorrarse complicaciones, había acabado enganchándosela al collar y sujetarla con los dientes, llevándose "a sí mismo" de paseo.
Las personas veían de manera extraña a aquel mono y esponjoso lobito blanco vestido con uniforme y botas militares, atento a cada movimiento de la persona bajo su protección, algo sorprendido de que el otro no pareciera un esclavo como los de Hanori y preguntándose si llevaría un microchip.
Estaba concentrado en ésto, moviendo la cola suavemente, cuando un gato pasó por los arbustos, bufándolo por su condición canina y arañándolo. Se levantó rápidamente con un gruñido, pateando al felino, que acabó a unos cinco metros de distancia. Miró con tensión hacia Jounochi, había cometido un fallo, ¿se habría dado cuenta de todo?

Con un rápido movimiento de arbustos, Inu aprovechó que el otro estaba distraido para avanzar y agazaparse detrás de un árbol más cercano a la posición de su objetivo, lanzando un silencioso suspiro, y pegando la cola a su cuerpo.
Le ponía nervioso tener que mantener tanto las distancias con el otro, pero le daba una tensión horrible presentarse y se le erizaba la cola de sólo pensarlo.
Ahora que lo veía más de cerca, sus rasgos también eran curiosos y debía tener más o menos su altura. El cachorro dejó caer la correa un momento, lamiendo las gotitas de sangre producidas por el arañazo del "felino volador".
Escuchó unas risitas detrás de él, una parejita de tórtolos especialmente ruidosa y bebida se acercaba a su posición y durante un momento le señalaron, diciendo algo sobre un perro.
Entrecerrando los ojos al verse descubierto, trepó con agilidad a la copa del árbol, con un suave movimiento de hojas, pensando cómo podía tener tan mala suerte, y que si aquello hubiera sido un campo de batalla ahora estaría muerto.

Estaba encogido en una de las ramas cercanas cuando vió que Jounochi se acercaba a la parejita, que momentos antes habían estado diciéndole cosas extrañas. Suspiró tranquilo cuando se largaron, pero cuando creía que todo estaba resuelto, al moreno no le dió por otra que intentar subirse a su árbol y confundirlo con un gato.
Agarró la correa, que colgaba de las ramas, y la subió hasta su posición. Era cuestión de tiempo que el otro lo descubriese, y veía un poco inútil imitar a un gato. De todos modos, parecía una persona amable, aunque no podía fiarse de cómo reaccionaría cuando supiera quién era y por qué le seguía:
-...L-lo siento, no le digas...a Talos...que he salido sin su permiso, por favor...-murmuró desde las ramas, entre las que se veían sus extrañamente brillantes ojos amarillos, y la cola blanca, que se movía nerviosa de un lado para otro:
-...estoy hecho para ser un guardaespaldas, no he podido evitar seguirte...eres la segunda persona a la que tengo que proteger...

Inu se echó hacia adelante, intentando agarrarlo, pero no fue lo suficientemente rápido para evitar la caída del otro. Desde que vivía entre civiles no paraba de cometer errores. Frunciendo un poco el entrecejo, abochornado consigo mismo, bajó de un salto, apresurándose a comprobar que el moreno se encontrara bien y arrastrando la correa:
-¿está herido? -sin contestar a la pregunta se lanzó a investigar el cuerpo del otro en busca de alguna herida o fractura, llegando a la pierna izquierda, y comprobar que el tobillo izquierdo empezaba a hincharse un poco. Se arrodilló al lado del joven, y puso su pierna encima, empezando a masajear con suavidad su tobillo- no parece grave...siento no haber llegado a tiempo para cogerte, si es necesario te llevaré a caballito a casa...
Miró un momento al confuso joven y decidió aclarar las dudas pintadas en la cara de Jounochi:
-Me llamo Inu -señaló el nombre de su collar de perro- soy un modelo creado a partir del mapa genético de un lobo por el genetista A.BlackHammer, cualificado y certificado para la protección de personas y la recuperación de rehenes, así como diversas tareas de mercenario...y aunque no sé si está permitido...le he seguido...-susurró tímidamente, mientras su cola se movía dubitativa-...es la persona nº2 a la que debo proteger a partir de ahora...por lo que he tenido que sacarme "a mí mismo de paseo"...espero haber respondido con eficiencia a sus preguntas...señor Jounochi...-sonrió suavemente, mirándolo con sus ojos luminosos y eternamente tranquilos, mientras continuaba masajeando con cuidado y dedicación la zona dolorida.

Inu malinterpretó el gesto de presentación de Jounochi, moviendo la cola dubitativo, y finalmente pasó el extremo de la correa por la mano del moreno. Movió la cola en señal de comprensión de la orden.
-yo no soy su compañero, soy su perro, señor Kouza -comentó tranquilo; cambió su nombre de pila por su apellido, ahora que lo conocía-...no se ofenda, pero usted no parece un esclavo...ni se comporta como tal.
Sacó un pañuelo de dentro del collar, y después de estirarse todo lo que pudo por la tensión de la correa, cogió el palo que había usado minutos antes Jounochi para hacer un rápido torniquete sobre el tobillo.
-así será menos incómodo cuando se tenga levantar y volver a poner el peso sobre su pierna -susurró parsimoniosamente, quedándose de nuevo quieto, mirándolo silenciosamente:
-sí, podría ser considerado..."un chico lobo", a mi anterior amo le encantaban los lobos...

-de acuerdo, señor Jou entonces...-susurró, no podía evitar las formalidades después de tantos años. Efectivamente, estaba anocheciendo y los tortolitos se retiraban a sus respectivos hogares, juntos pero no revueltos.
Mirándolo un poco confuso al ser llamado con ese apodo cariñoso y ante aquel comentario sobre chicos lobos lindos; volvió a mover su cola dubitativo, observando con algo de tensión como dejaba la correa y se levantaba, apresurándose a sostenerlo cuando vió que no se podía poner en pie.
-...yo...lo siento...no debí haberte seguido-susurró apenado, con las orejas gachas-disculpa las molestias, por favor- se levantó un segundo, haciendo una educada reverencia japonesa, y agachándose a su lado de espaldas-los primeros auxilios es todo lo que puedo hacer por ahora...sube, te llevaré a caballito. No te preocupes, te protegeré hasta que estés sano y salvo en casa de Talos.

Frunció un poco el ceño, dolido por una reacción que no entendía:
-no soy un peluche, soy un herramienta militar, un arma...puedo contigo -aseguró, de manera tranquila, pero firme-...y no voy a permitirme un fallo más que atente contra su seguridad...estoy acostumbrado a transportar rehenes heridos que me doblasen el peso...por favor, suba.
Al ver al otro dubitativo, continúo:
-...no soy una mascota, ni un objeto bonito...no tengo habilidades domésticas, ni sé juegos de cama...-susurró, volviendo a bajar un poco las orejas-...ni siquiera soy de Hanori...ésto es para lo único que valgo...-lo miró de nuevo con ojos tranquilos-...prefiero sentirme dolorido unas horas a ser un esclavo inútil...

Estaba cada vez más confuso, tanto por las palabras del otro como por el pellizco. No es que no estuviera acostumbrado a llevarse golpes en el cuartel cada vez que hacía algo mal...de hecho una de las frases favoritas de su amo era "hazlo o te pegaré una patada". Pero la intención de ese golpe lo descolocaba.
Sin decir una palabra, lo alzó una vez que el otro se había apoyado contra su espalda. Temía que si volvía a abrir la boca él otro definitivamente no le dirigiría la palabra y lo echaría de su lado, lo que complicaría mucho el tema de la protección.
Decidió acabar cuanto antes la misión, entre otras cosas para garantizar que el otro llegase de un pieza, no dudando en forzarse un poco y correr con él encima, para salir cuanto antes de aquel sitio, que se volvía más tenebroso por momentos.
Cuando se dió cuenta, su cola llevaba un rato golpeando la espalda del otro, por culpa del movimiento. Paró un momento y la plegó alrededor de su propia cintura.
Llegaron a una bastante más iluminada, y redució un poco el paso, mirando desconfiadamente a los lados mientras avanzaba, con las orejitas aterciopeladas tensas, intentando descifrar el más mínimo movimiento.
Su estancia en Hanori y su estancia en una caja de madera en la aduana de Zados durante dos semanas no habían sido el mejor de los cuidados, y aunque no tenía la fuerza de antaño, consideraba que podría aguantar hasta casa de Talos.

Inu paró de andar, sintiendo la presión axifisiante del moreno sobre su cuello, que no hacía nada más que clavarle dolorosamente el duro collar de cuero en la piel. Pero no se detuvo por eso:
-¿Le ocurre algo malo, señor Jou..? -dijo, preocupado, echando todo lo que podía la cabeza para detrás en el ferreo abrazo, para mirar como el otro parecía perdido en sus pensamientos- ¿tiene frío?, puede usar mi chaqueta entonces, tengo una piel diseñada para los cambios de temperatura, ni lo notaré

En un mal paso, se le doblaron las rodillas, y tuvo que apoyar los brazos para que no se golpearan contra el pavimento, quedándose a cuatro patas, aún con el otro encima. Su situación actual le había dejado para el arrastre después de todo, y lo convertía en un neko o en un adorno bonito sin más.
Golpeó su cabeza contra el pavimento,obsesionado con la idea de ser un trasto inútil para civiles , feliz cuando empezó a ver que sangraba, para la mayoría de personas el autocastigo puede resultar una aberración, pero para él era el único modo permitido de demostrar su frustración, sin atentar ni matar a nadie. La autolesión sólo le estaba prohibida en plena batalla.
Finalmente, jadeante por el esfuerzo, decidió arrastrarse a cuatro patas con el cuerpo del otro encima si hacía falta hasta la cercana residencia. Y volvió a levantarlo, de nuevo perfectamente tranquilo, sin atender a los deseos del otro, para llevarlo a la casa, cada vez más cercana, mientras se forzaba más.

Mantuvo la vista en el suelo, mientras el otro caminaba a su lado. No había pretendido negar que se había golpeado, aquello era normal para él y era perfectamente admisible mientras no se dañase un órgano vital y se volviera inservible, pero parecía que ahora de todos modos ya era inservible.
-no pasa nada si me gritas...ya soy inservible...no puedo escoltar a alguien y no seré "desconectado" por él...

Llegaron por fin a la puerta de la casa, no respondió a la pregunta de Jounochi, y se limitó a llevarlo dentro y tumbarlo en un sofá.
Estaba extenuado por aquel cambio de vida y la caminata con peso extra, por lo que se ovilló a los pies del sofá, con la cola moviéndose cansada de un lado a otro:
-¿necesita algo más, señor Jou?