Investigando... que lugar más acogedor. (Saito Kaya)

Tomó la cámara a vuelo con su mano derecha. Limitándose a guardarla en uno de sus bolsillos, ignoro el hecho de revisarla primero. Confiado con la obtención del trato, oculto de nuevos las manos en su abrigo.

Mirando por ultima vez la figura del pelilargo. Comenzó a alejarse, dejando que su voz sonara como una forma de eco por los callejones...

-Je, las ratas no dirían lo mismo...-Alzando una de sus manos, hizo una particular seña de despedida, juntando todos los dedos de su mano para moverla en un solo movimiento.- Da svidan'ya Señor Secretitos.-Evitando pisar las enormes manchas de sangre en el pavimento. Comenzó a alejarse donde presuntamente esterarían sus hombres aguardando.

Mostrando la espalda oportunamente para ocultar su mirada y semblante en un estado de advertencia para cualquier golpe a traición por el extraño hombre.

Adiós a su cámara… bueno, por lo menos había cumplido un honroso ultimo servicio a la causa. Que pena que no hubiera asestado un buen golpe a esa cara de fascinantes y fríos ojos azules, eso lo hubiera bordado, y no le hubiera apenado incluso si llegara a romper. La hubiera levantado un altar en su memoria…

Y lo bueno es que el muy confiado no había revisado la cámara, permitiéndole soltar un suspiro de alivio y de triunfo.

“Eso te pasa por subestimarme tanto, BaKaya” sonrió para sí. “Me asegurare de que por lo menos haya una foto tuya en mi casa… siempre necesito dianas para mis dardos” pensó con deleite. Lo único que lamentaba era no poder decírselo a la cara… de hecho se acaba de dar la vuelta, y le daba la espalda, como si tal cosa. “El mismo caso le hubiera hecho a una maldita mosca” pensó, indignado.

-Je, las ratas no dirían lo mismo… Da svidan'ya Señor Secretitos.- se despidió.

… definitivamente se lo iba a cargar. Se dejó caer al suelo (su rodilla no estaba para hacer grandes cabriolas), y cogió la pistola, agradeciendo sentir su confortable peso de nuevo en su mano. Dirigió el cañón del arma hacia la espalda que tan presuntuosa y confiadamente le daba la espalda y apretó el gatillo… clic.

“… ¿Cómo que clic?” pensó confuso. ¡Mierda, se había atascado! La tiró al suelo descargando toda la rabia acumulada. Pero por el brusco movimiento la pieza que debió atascarse se desatascó y ¡Pam!

Jin se encogió y miró, helado, que el cañón de la pistola había apuntado hacía… el mafioso. Mierda… le había dado en el brazo. Y esta vez no de manera tan superficial.

-Joder…- murmuró. “Si disparas a destiempo ¡no lo hieras, cárgatelo! Porque ahora a mi es quien va caerle el muerto” pensó, dirigiendo sus pensamientos a su pistola.

¿Es que esa noche no iba a terminar nunca? ¿Y le saldría algo a derechas, por una puñetera vez?

Abrió los ojos al sentir el impacto de la bala. Trastabillando por el golpe, logro equilibrarse para tomar una posición hincada en el suelo. Llevando una de sus manos hacia la zona agredida, miró enmudecido los ensangrentados dedos. Le habían disparado en el hombro derecho.

Un disparo a toda traición. El ataque a espaldas era algo que no entendía ni compartía en las reglas del mafioso. Simplemente respetaba a sus adversarios.

Sin embargo, la mala jugada del pelilargo había desconcertado todas las dudas que le embargaba. Había confiado conocer al misterioso hombre de largos cabellos. A pesar que decía no ser un policía. Sin duda estaba de lado de los "buenos". La aparentemente descuidada actitud en sus acciones había sido una total farsa. Una trampa después de todo.

Sosteniéndose el hombro con fuerza. Hacía presión en la herida tratando de frenar la salida de sangre. Miró con enfurecido odio de venganza hacia el pelilargo mostrando de nuevo su arma con un rápido movimiento.

Los tres disparo que ocasiono, rozaron apenas la cabeza y brazos del pelilargo como afiladas dagas. Sin intención verdaderamente de herirlo (por ahora), disparo un último balazo al cielo, provocando el llamado inmediato de sus hombres.

Los cuales nunca aparecieron...

“Mierda… le ha debido de doler” pensó, tragando saliva. “Obvio, ha sido un disparo en el hombro, Jin”.

Las tres balas que le habían pasado rozando lo atestiguaban. Si hasta una de ellas le había cortado alguno de sus largos pelos… bueno, mientras no disparara a matar… ¡No, que leche! ¡Aunque no le disparara a matar, le estaba disparando! ¿Valdría de algo si dijera que había sido un accidente?

Pero una molesta vocecilla en su mente le dijo:

“No va a colar, míralo, esta furioso, ve rezando todo lo que sepas, la próxima bala tiene tu nombre…”

Alzó la vista, clavándola en la mirada acuosa de Kaya, y efectivamente, notó que ahí algo se cocía, y no muy bueno.

Lo único bueno del asunto es que ya no portaba esa expresión petulante y segura que le sacaba bastante quicio.

“Ah, que bien, ¿y el resultado no es peor? Ahora su cara tiene ira homicida, alimentada por el dolor del brazo…” dijo otra vez esa molesta vocecilla en su mente.

Tsk… ¿Qué quería? ¿Qué se disculpara? Eso solo lo mataría de la risa, por lo estúpido de pedir disculpas en esa situación.

“Pues si no puedes usar las disculpas y las lamentaciones… huye” concluyó esa voz, en tono aburrido.

Si, claro, a la pata coja. Decidió mandar a la mierda esa vocecilla que tan poco le ayudaba, y que tanto le irritaba, y se irguió, aún de rodillas, ante Kaya.

-¿Por qué no me has disparado?- la verdad es que esa era su principal preocupación y su mayor duda.

Se mantuvo en silencio unos instantes. Mirando sin poder evitarlo hacia sus espaldas, comprobando como efectivamente ninguna pista de sus hombres aparecía. No podía ser. Sin entender la causa y motivos de ello, regreso la vista hacia su agresor.

En tal sorpresiva situación, la ofuscada mente del mafioso no podía hacer memoria de que sus servidores se encontraban escondidos en el oscuro bar. El cuarto privado de largos pasillos. Con un cadáver empezando tal vez con los indicios de descomposición y sus hombres jugando cartas en espera de su jefe. Ignorante y seguros ante todo.

Seguridad que perdía en rápidos segundos...

Soltando una maldición en ruso, se levanto sin apartar la mano de su herida al ver el acercamiento del pelilargo. Sosteniendo el arma aún amenazante. Calculo que le quedaban todavía algunas pocas balas. Podía defenderse y con más confianza al ver la falta de la pistola en el hombre.

-"¿Por qué no te he disparado?" Maldito imbécil...Te puedo disparar ahora mismo y pagar tú osadía. Pero no es mi estilo joderme a ratas como tú si antes conocer su verdadera razón...-Manteniendo la pistola apuntando certeramente la cabeza del pelilargo, recargó su costado sano en la sucia pared al sentir los estragos de su cuerpo por la perdida de sangre.- Primeramente no serás nada antes de acabar contigo. Créeme, lamentaras al verme enfrentado y preferirás la muerte inmediata. Pero, primero, mueve tú maldito trasero hasta aquí y comienza a caminar delante mío...-Hizo un movimiento rápido con el arma, señalando que no tendría suficiente paciencia.

A pesar del frio entumecimiento que comenzaba a invadir su cuerpo. Mantuvo sus sentidos atentos a los del pelilargo. Sin dejar de apuntarle con el arma. Había sufrido anteriores heridas de la bala, pero nunca sin el resguardo seguro de sus hombres. Debía moverse rápido si no quería exponerse a más peligros.

Estaba cabreado. Muy cabreado. Ciertamente… imponía un poco, pero ni en sus mejores sueños le reconocería tal cosa. Al parecer algo no había salido como esperaba… en verdad, Jin había esperado que los doberman, con ese ultra sentido que tenían algunos, para saber si su “dueño” estaba en problemas, hubieran aparecido para darle una paliza y matarle, en pocas palabras. Pero estaba dando gracias al cielo de que los chuchos estuvieran vete a saber donde, porque no aparecían.

Pero aun le quedaba un problema: el sueño de los chuchos, que no soltaba la pistola, y por supuesto, no paraba de apuntarle con ella.

-"¿Por qué no te he disparado?" Maldito imbécil...Te puedo disparar ahora mismo y pagar tú osadía. Pero no es mi estilo joderme a ratas como tú si antes conocer su verdadera razón...-

“…imbécil tu. Solo hay que ver lo pálido que estas para saber que ese disparo no te ha hecho bien” pensó, molesto. “No sé a quien pretendes engañar, haciéndote el duro”

Además, ¿no habían quedado sus intenciones claras? Bueno… aparte de pegarle un tiro, su prioridad era meterle entre rejas. Mientras no descubriera el engaño de la cámara y saliera vivo de allí…

Esa esperanza de salir vivo se difuminaba rápidamente por sus siguientes palabras:

-Primeramente no serás nada antes de acabar contigo. Créeme, lamentaras al verme enfrentado y preferirás la muerte inmediata. Pero, primero, mueve tú maldito trasero hasta aquí y comienza a caminar delante de mí...-

Negras perspectivas de futuro, muy negras, tenía. Se levantó a regañadientes, es lo que tenían las personas que cargaban una pistola: llevaban las de ganar. Su rodilla volvió a darle un doloroso pinchazo, a modo de protesta al cargar el peso de su cuerpo en ella… ante que… ¡menudo dúo hacían los dos! Uno herido con un disparo, y otro medio cojo por una caída… sinceramente le resultaba más honroso haber resultado herido de un disparo, que te una caída. Pero como se lo dijera al tipo este, seguro que se proponía de voluntario enseguida para arreglar ese problema… y no, gracias, ya lo que le faltaba.

Llegó hasta su altura, algo renqueante, y le miró de reojo… en verdad le notaba más pálido de lo que ya era.

-Te estas desangrando… ¿Cuánto pretendes durar así? Deberías largarte e irte a curarlo- le comentó, lo más casualmente posible.

Manteniendo sus ojos en la figura del pelilargo. Lo siguió en cada uno de sus movimientos. Percatándose de dos principales puntos; la falta del arma y el descubrimiento de la lastimada pierna. Algunos puntos a su favor.

A pesar de la desventaja del otro. No bajaría la guardia en ningún instante. Demostrándolo con la pistola que aún mantenía entre sus manos.

Había recibido, efectivamente, heridas de balas y peores traiciones. Las marcas escondidas tras la fina vestimenta eran la prueba de ello. Cicatrices apenas visibles en su piel, pero cicatrices después de todo. Una herida de bala en el hombro no lo derrumbaría. La escandalosa sangre solo era superficialmente. Aún podía moverse y eso era lo que importaba.

Mirando como el pelilargo lo obedecía. Aprovecho el acercamiento para tomar con su mano libre las ropas del otro. Jaloneando el cuello de la camisa, pegó el rostro al del pelilargo, acercando el arma a la mejilla del mayor...

-No moriré por una herida como está. Si eso te preguntas, bastardo...-Pegó el cañón de la pistola a la sien del pelilargo.-Ahora mismo serás mi mula y me llevaras hacia el bar. Sino quieres que te reviente esa carita de nena con un tiro...¡He!-Empujo de mala manera la cabeza del agente con el arma. Bajó la pistola por el cuerpo del pelilargo hasta posarla en la espalda. Haciendo un ademán para que empezara a caminar hacia el local.

El pequeño bar se encontraba a poca distancia de los callejones. Aunque era un refugio para los delincuentes de la zona. El negocio cerraba a una determinada hora, echando a toda la clase de viciosos clientes, quedándose el local exclusivamente para el mafioso y el viejo encargado.

Al estarse acercando al local. Había adivinado las madrugadas horas por el silencio que reinaba en el bar.

Frunciendo el entrecejo. Casi suelta una maldición hacia sus hombres al no aparecerse cuando los necesitaba. A pesar del llamado con su arma no habían aparecido. Recordando a regañadientes ser el mismo el culpable al ordenarles a sus perros no intervenir. Aún así recibirían su castigo.

Había sido un error confiarse del aparentemente "tonto" pelilargo. Por lo que vengaría su falta en creces...

Con oscuros pensamientos de venganza. No se percato de una sobresaliente en el pavimento. Dando un mal paso con una maldición y haciendo que el arma se incrustara más en el cuerpo del pelilargo.

-Idiota, fíjate por donde caminas...-

Echó la cabeza hacia atrás instintivamente ante la súbita y peligrosa cercanía que suponía tener cara a cara a Saito Kaya, armado, y con un cabreo de los grandes. Hizo una leve mueca al sentir el frío cañón de su pistola en su mejilla. El frío nunca le había incomodado, pero tener pistolas apuntando hacía su cara, sí.

-No moriré por una herida como está. Si eso te preguntas, bastardo...- bueno, íbamos mejorando: ahora le estaba apuntando directamente a la cabeza. -Ahora mismo serás mi mula y me llevaras hacia el bar. Sino quieres que te reviente esa carita de nena con un tiro... ¡He!- soltó un gruñido ante el brusco empuje, pero desistió de pasar a mayores cuando notó como el arma bajaba hasta su espalda, mandándole un escalofrío por su columna vertebral.

“Genial, ¿hay que volver a esa cloaca?” pensó, soltando un bufido. Ya había allí alguna gentuza que le tenía ganas, y si ahora sumábamos al dueño del garito… no, no era una buena combinación. Miró hacía atrás de reojo. Con la sangre que estaba perdiendo no le hubiera resultado difícil reducirlo… si él también hubiera estado en su mejor momento, que no lo era.

“Tsk… seguro que mi horóscopo pone: mal día para los Sagitario, no salgáis de vuestras malditas casas si no queréis pasar un día de perros” pensó, malhumorado.

Sin embargo, a medida que se acercaban, el bullicio que había caracterizado al mugriento lugar no se hacía presente. De hecho, en el lugar reinaba un silencio de lo más “tranquilizador”.

“Perfecto para pegarme un tiro sin testigos” pensó, destilando positivismo.

Iba a preguntarle a que se debía tanto silencio cuando oyó un tropiezo detrás de él, y segundos después la pistola se le clavaba en la espalda.

-Idiota, fíjate por donde caminas...- se atrevió a decirle con toda la desfachatez del mundo.

Jin se giró, indignado.

-¿Es que no sabes caminar? Ten más cuidado, que ha sido tu culpa, imbécil- le imprecó, molesto.

Recuperándose del mal paso, miró con molestia hacia el pelilargo. Manteniendo el arma fuertemente presionada a la espalda del otro. Incrusto el cañón vengativamente. Omitiendo las acciones suicidas de golpear la cabeza del mayor.

-Te recuerdo que eres mi mula idiota. Tú debes probar los pasos primero para no caer...-Sosteniendo su otra mano la herida en su hombro. Entrecerró los ojos al sentir una corriente de dolor por todo su brazo. -...Sorprendente. Hasta para se-...-Deteniendo sus pasos al igual que sus palabras. Miró detrás del cuerpo del agente, como unos negros y elegantes autos al estilo puramente gánster, rodeaban completamente el pequeño bar.

Algunos de los lustrosos autos, aparcaban en la zona peatonal. Casi invadiendo la entrada del mismo local. A pesar del silencio y la aparente calma que se sentía, las inquietantes maquinas anunciaban todo lo contrario.

Un fuerte golpe de algo trozándose dentro del local. Fue la señal que necesito el mafioso para empujar el cuerpo del agente y hacerlo dar la vuelta para retomar los pasos hacia los callejones. A base de empujones llegó hasta el callejón más oscuro, soltando el pelilargo de un brusco movimiento.

-...ah. Diablos...-

Jadeando por el esfuerzo, sostuvo firmemente el arma con su mano libre, acariciando con sus dedos el gatillo de la pistola. Ignorando parcialmente el pelilargo, poso sus ojos en la puerta del bar en completo silencio.

-........-

Entrecerrando los ojos por unos instantes. Se dejó resbalar por la sucia pared. Dejando un camino de sangre tras su espalda, cayó en el suelo con la respiración rota y los empapados dedos en la herida. Pero aún así sin soltar el arma y su atención en el silencioso bar.

-...No..hagas, ningún ruido...-

-Te recuerdo que eres mi mula idiota. Tú debes probar los pasos primero para no caer...-

-¡Y una leche soy tu mula!- le hizo un gesto bastante ofensivo con la mano, para después cruzarse de brazos, muy irritado. Aunque aflojo el rostro al ver su mueca de dolor… ¡no, no iba a sentirse culpable! ¡Se lo tenía merecido!

-...Sorprendente. Hasta para se…-

No pudo saber que era tan sorprendente, porque vio que se había quedado mortalmente serio, con su mirada perdida tras él. Se giró, alarmado, esperando encontrar algo que le congelara la sangre de las venas, para poner así al mafioso, cuando observo que solo había coches aparcados… pero no cualquiera coches, solo uno de ellos costaba más que dos riñones en el mercado negro. “Joder… ¿amigos o enemigos?” miró de nuevo a Kaya. “… Enemigos” suspiro. Genial, ¿pero los enemigos de Kaya no serían sus amigos? ¿O los enemigos de Kaya serían enemigos de él elevados al cubo? Tsk… ¿no había forma de librarse?

Un fuerte golpe dentro del establecimiento le alarmó, pegando un leve salto.

-...ah. Diablos...- oyó murmurar tras él a Kaya.

Iba a preguntarle de que iba todo esto cuando le volvió a obligar a ir a uno de esos mugrientos callejones.

-Oye, si quieres hacerme un paseo turístico por la zona, déjame decirte que me estoy hartando- replicó muy airado, girándose hacía él.

-...No… hagas, ningún ruido...- le ordenó. Enmudeció y clavó su mirada en él… y en la sangre… … … ¡No, no podía sentirse culpable!... … pero quizás debería atenderle si quería salir de allí mínimamente ileso.

Chasqueó la lengua, fastidiado, y se acercó a él, arrodillándose con esfuerzo y dolor, pasando olímpicamente de su pistola.

-Ey, no sé quienes son esos tíos que te tienen tan tenso, pero te vas a desmayar y desangrar como un cerdo en el día de la matanza- le informó, cabreado. Acercó su mano a la herida y la palpó con suavidad. -¿Todavía tienes la bala dentro?- preguntó en un susurro.

Cerró los ojos con un gruñido al sentir como el pelilargo tanteaba la herida...

A pesar de sostener aún el arma, el agente se había acercado sin ningún temor. Importándole poco y aparentemente si podría dispararle. Lo había subestimado incluso al sentirse observado por el pelilargo. Una repentina preocupación.

-...Deberías saberlo...¿tú..disparaste..no?...-Al tener de cerca el rostro del mayor, miró detenidamente los finos rasgos que poseía. En verdad era atractivo. Pero aún así no bajaría la guardia por una "cara bonita". Por lo que reafirmando de nuevo el arma. Acerco la pistola a la frente del pelilargo, empezando a empujarlo con el cañón.-...Hacia atrás mula. No te tomes confianzas...-Logrando que el agente pegara la espalda en la ensangrentada pared. Miró de nuevo hacia el bar, esperando cualquier pequeña señal.

-...Deberías saberlo... ¿tú…disparaste…no?...-

Esa cuestión le puso de mala leche. Primero, en el verbo disparar indicaba acción de apretar el gatillo, y técnicamente, él no lo había apretado… aunque le hubiera gustado. Y segundo: ¡esas cosas las sabía el disparado, no el que disparaba! ¿Cómo coño iba a saber si la bala continuaba dentro? ¿Por visión de rayos X?

-...Hacia atrás mula. No te tomes confianzas...-

Eso ya fue el colmo. A pesar de haber retrocedido por la pistola volvió a avanzar a gatas (no tenía ganas, ni ánimos, con la rodilla así, de ponerse en pie para luego volver agacharse) hacía el mafioso.

-No seas estúpido, y por lo menos déjame sacarte la bala, si esta dentro- le reprendió, como si fuera un niño pequeño obcecado en una tontería.

Intentando no ponerse nervioso por su cercanía del mafioso, y con la pistola, empezó a desabrocharle la camisa, para bajársela por el hombro: algo difícil por la sangre.

Hizo una mueca al ver la herida, pero se apresuró a atendérsela.

-Oye… ¿Qué esta pasando en tu fabuloso negocio?- preguntó para distraerlo, y para que no empezara a protestar contra él. Y de paso, para enterarse un poco de que iba todo este lío.

“Ojala tuviera una navaja…” suspiró para sí: iba a tener que meter los dedos en la herida si quería sacarle la bala.

-No me dispares si te hago daño- le advirtió en voz baja, por la concentración. Metió dos dedos con cuidado, jadeando por la calidez de su sangre. “Y yo que esperaba que fuera de sangre fría” pensó, para animarse un poco. Pronto sus dedos hicieron contacto con algo frío: ¡la bala! Sonrió aliviado y, con suma delicadeza, la sacó: no quería darle más motivos para que le pegara un tiro.

-Toma- le enseñó la mano ensangrentada con la bala, con una cínica sonrisa- ¿la quieres de recuerdo de nuestro afortunado encuentro?

Había cerrado los ojos sin poder evitarlo. Al sentir como los delgados dedos del pelilargo se introducían en la abierta carne. Estaba seguro que habría golpeado al mayor, sino fuera por la fuerte corriente que había paralizo todo su cuerpo al momento de la improvisada extracción. Alcanzando solo a empujar el pecho del agente con el arma. Sin ningún resultado.

-...idiota.-

Soltando un discreto jadeo de dolor. Abrió uno de sus ojos al ver como todo había terminado. Encontrándose con el rostro del pelilargo y la maldita sonrisa que invadía sus labios.

-.......-

Mirando en un repentino silencio la ensangrentada bala. Medito por unos cortos instantes. Haciendo ademán de levantarse lentamente con una mano en la herida.-...Levántate.- Ordenándole con el arma, miró de nuevo hacia el bar, llevándose el frio cañón de la pistola cerca de sus rostro-...Necesito curarme inmediatamente. Eres un maldito salvaje al atreverte a tocarme...Debemos irnos. Pero no podemos movernos libremente. Así que, aunque odie hacer esto, debo dejarlo en manos de mis hombres...¿Escuchas? Silencio. Lo que significa que solo hay un único vencedor. Y como no han salido ninguno de los hombres de Piorret. Mis hombres deben estar haciendo limpieza general en el bar.-Sonrió de medio lado, al imaginarse la escena de sus hombres limpiando el piso y paredes de enormes manchas de sangre.

Entrecerrando los ojos pensativo. Miró de nuevo hacia el pelilargo. Obligándole a caminar hacia el tranquilo local. Deteniéndose unos instantes con esfuerzo. Para terminarse las balas de su arma en certeros tiros a las llantas de los aparcados autos. Sonriendo hacia el mayor, empujándole para que avanzara delante de él.-...Con este escándalo será mejor que nos arriesguemos...-A pesar del peligro que podría ser que sus hombres no hubieran ganaran la batalla y se encontrara un horrible espectáculo en el bar. Decidió a último momento hacer acto de presencia. Confiándose que serían sus guardianes los que saldrían por la puerta al oír el estruendo de su arma.

-...idiota.-

-Si, si, llámame todo lo que quieras- suspiró, cansado. –Pero este idiota es que te ha metido una bala y luego te la ha sacado- sonrió, ante lo absurdo que sonaban sus propias palabras.

Al ver como se quedaba mirando la bala estuvo a punto de preguntarle si quería que la enmarcara. Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando le ordeno, con su delicadeza habitual:

-...Levántate... Necesito curarme inmediatamente. Eres un maldito salvaje al atreverte a tocarme...- “¿Salvaje? Menuda forma de dar las gracias… capullo” pensó, entrecerrando los ojos. Con el esfuerzo que le suponía levantarse jadeó levemente, pero se mordió la lengua para no quejarse ni molestarle aún más. -Debemos irnos. Pero no podemos movernos libremente. Así que, aunque odie hacer esto, debo dejarlo en manos de mis hombres... ¿Escuchas? Silencio. Lo que significa que solo hay un único vencedor. Y como no han salido ninguno de los hombres de Piorret. Mis hombres deben estar haciendo limpieza general en el bar.- “¿Y luego me llama a mi salvaje? ¡Si él esta hablando tan tranquilo de una matanza en su bar!” pensó, muy, pero que muy, irritado. -¿Quién es Pierrot?- preguntó, desconfiado. -¿Y como estas tan seguro de que han ganado tus hombres? A lo mejor te estas metiendo en la boca del lobo, algo que a mi no me importaría si no fuera porque me estas arrastrando a ella- bufó, mirando desconfiado la entrada del bar.

Sin embargo, se veía que le daba igual y quería suicidarse, o tenía mucha fe puesta en sus hombres, porque le obligó a avanzar con él hacía ese tugurio. Se sobresaltó al oír los disparos y vio como los neumáticos del coche perdían rápidamente aire… “Será crío e inconsciente… es como decir, ¡vengan, mátennos!”

-¿Pero porque eres tan idiota?- siseó, exasperado. -¿Y si nos reciben a balazos por tu gracia?-

Se detuvo ante la vieja puerta del bar...

Teniendo al pelilargo delante suyo en todo momento. Mantuvo el arma amenazante en la nuca del mayor con una leve presión. Atreviéndose incluso acariciar con el cañón los negros cabellos hasta descubrir la piel de su cuello. Debía admitir, en un fugaz pensamiento a pesar de la situación, que el agente tenía un hermoso cabello. Una característica muy a lo oriental.

Mirando por última vez los afectados autos...

Se acercó con toda la mala intención hacia el cuerpo del pelilargo. Retirando el arma momentáneamente. Para hablar en una voz secreta sobre la mejilla del mayor...-Tendremos que arriesgarnos. Además, si mis hombres no son los que quedan en el bar. Tú serás mi perfecto escudo. ¿Lindo, he?...-Se apartó de inmediato. Volviendo a presionar el cuello del pelilargo con el arma.-...¿Qué te interesa a ti saber quien es Piorret?...-Estiro la mano libre en un lento movimiento. Haciendo ademán de abrir la rustica puerta, se detuvó por unos instantes rozando apenas la perilla.-...Abre la puerta...-Retiró completamente la mano. Empujando con el arma el cuerpo del mayor ante la orden.

-..............-

Tener el cañón de una pistola rozando su nuca no era algo que le alegrara la existencia. Una de las causas era que nunca era bueno tener un instrumento de muerte apuntándote en un punto tan vulnerable, y la otra causa era que le estaba poniendo los pelos de punta al sentir el frío metal de arma en una zona tan sensible de su cuerpo.

Notó como se acercaba, rozando levemente su espalda, y se tensó de manera inevitable. Pero ya no sentía el frío de la pistola, ¿qué estaba pensando?

El calido aliento que surgió de su boca, acariciando su mejilla, le despejo todo tipo de dudas:

-Tendremos que arriesgarnos. Además, si mis hombres no son los que quedan en el bar. Tú serás mi perfecto escudo. ¿Lindo, he?...-

-Más que lindo, diría que es una idea encantadora- siseó entre dientes, con una sonrisa que parecía más un mueca.

Volvió a sentir la pistola presionando su nuca, mandando un espasmo por toda su columna vertebral.

- ...¿Qué te interesa a ti saber quien es Piorret?...-

-Principalmente por tres cosas: porque lo has mencionado, porque parece estar metido en el ajo, y por último, puede ser él el que me pegue un tiro, o uno de sus hombres, y uno agradece tener algo de información del asunto, sobre todo en estas situaciones- fue enumerando, en un cargadísimo tono irónico.

Observó como la mano del mafioso se alzaba a su lado, hacía el pomo de la puerta… pero se detuvo a media distancia, y luego se quitó, para decirle:

-...Abre la puerta...-

Esas cariñosas palabras, fueron acompañadas de un incentivador toque de su pistola.

¿Un tiro por delante, o un tiro por detrás? ¿Qué era mejor? Soltando un suspiro exasperado, y resignado, alzó la mano, algo temblorosa, y abrió de golpe la puerta del bar, con los ojos entrecerrados, esperando recibir un aluvión de balas.

Una sonrisa divertida invadió todo su rostro. Ignorando las palabras del pelilargo, no había sido consciente incluso de que había hablado. Comenzaba de nuevo los indicios de adrenalina recorrer todo su cuerpo. Haciendo que concentrara toda su atención en el peligro sin importarle nada a su alrededor. Todo menos a lo que se encontrara tras la puerta.

A pesar de la abierta herida de su hombro. El dolor pasó de un plano neutro casi olvidándolo por completo...

Concentrando sus sentidos al observar como el mayor obedecía a la orden de inmediato. En el momento de girar la perilla con el derrumbe. Alzó su brazo armado. Soltando parcialmente el cuerpo del pelilargo pero sin despegarse de su espalda. Entrecerrado los ojos al observar el panorama...

El bar se encontraba justamente como lo había prevido. Las manchadas paredes de sangre y las derrumbadas mesas daban una clara muestra de haber empezado la fiesta. Confiándose con ese paisaje, se mantuvo pegado al mayor sin dejar de apuntar con la pistola hacia el frente y los lados.

-..............-

Desconcierto. Podría haber entrado en plena acción o el término de la misma, con heridos y muertos de ambas partes. Pero el silencio e inquietud que invadía la ensangrentada sala, desconcertaba enfermizamente los nervios de Kaya.

-...Esto, no está bien...-

Volviendo a susurrar cerca de el oído del pelilargo. No dejo de vigilar hacia su alrededor, sin bajar el arma en ningún momento. Y manteniendo los cuerpos rozando a cada paso con precaución.

Nada… ni un disparo… solo silencio. Miró cautamente ante la escena que se mostraba ante él, poniendo muy mala cara al ver la sangre y el desorden que reinaba en el lugar.

La nueva decoración del lugar no le acababa de gustar. Prefería las capas de suciedad que anteriormente había lucido. Hasta prefería el bullicio de los desgraciados borrachos antes que ese silencio. Y ya era decir…

Y sentir a Saito Kaya, tras él y tan cerca, tampoco dejaba de resultar perturbador, más que nada porque era su maldito escudo. Y si la cosa se torcía, como pintaba el lugar, pronto sería su sangre la que decoraría el lugar, y sinceramente, no me hacía ni puñetera gracia verse reducido a eso.

-...Esto no está bien...- le oyó susurrar otra vez cerca de su oído, haciendo bombear su ya alterado corazón aún más.

-No me digas… ¡no me había dado cuenta! -puso los ojos en blanco, soltando un bajo bufido, como un gato cabreado.- Es que ese color sangre en las paredes me parece una decoración tan natural en este lugar que me había costado percatarme- susurró por lo bajo, crispado. No pudo evitar soltar ese último sarcasmo. Estaba seguro que no era la primera vez que la sangre manchaba las paredes de ese lugar.

-¿Y te importaría no pegarte tanto a mí? No es agradable sentirte como una sanguijuela detrás- le pidió/ordenó, intentando mantener su tono de voz bajo (que le estaba costando bastante a causa de su cabreo), a fin de no alertar a un posible atacante.

Ignorando el pedido del pelilargo. Continúo avanzando por el destruido lugar. Sin despegar su cuerpo con el del mayor, mantuvo firmemente el arma ante sus pasos.

-Y no es agradable tener al idiota que te disparo como única compañía. Así que mejor cierra la boca...-Deteniéndose frente a la barra del bar. Miró con cautela las claras muestras de balas y golpes en la vidriera y estantes de bebidas. La cantidad de vidrios y botellas rotas invadían el piso.-...Bueno, al menos sabemos que no hay nadie enfrente...-Refiriéndose a todo el bar. Paseo por última vez sus ojos tras la barra y mesas del local.

Avanzando frente a las secretas puertas que comunicaban a la zona apartada del lugar. El cuarto principal.

A pesar de confundirse con el conjunto del tapizado. Una sucia pared de sangre era la puerta estratégica para la continuación del local. La "sala de negocios".

Por lo que soltando momentáneamente el cuerpo del pelilargo. Le señaló una sola vez con el arma. Acercándose a la escondida puerta.-...Sé buen niño...-Sonriendo al mayor, guardo su arma en el cinto de sus negros pantalones. Utilizando su brazo sano, para empujar la sucia pared con esfuerzo-...tks...-

Sin ningún resultado. La puerta no cedía en abrirse. Soltando una silenciosa maldición, miró detenidamente la entrada, sospechando de algún impedimento tras la puerta.

-..............-

-¿Y crees que a mi me agrada tener cerca a alguien que me puede pegar un tiro?- replicó. Antes muerto que callado. Y más si se lo ordenaba ese maldito presuntuoso del diablo.

A medida que andaban (él algo cojeante), era evidente que se había armado una buena… era tal que le sorprendía no ver unos cuentos cadáveres dispersos por el lugar, algo que le aliviaba y le preocupaba a la vez.

-...Bueno, al menos sabemos que no hay nadie enfrente...-

-A lo mejor han huido… o han muerto y los vencedores se han llevado los cadáveres vete saber a donde…- formuló, con su mente policiaca trabajando inconscientemente. –O algún secuestro… -aventuró.

En la zona 0 podían ser tantos los motivos como pelos había en su cabeza. Por eso odiaba los trabajos que tenía en esa zona. Le solían llevar más tiempo de lo que le gustaba el resolverlos.

Observó como se separaba de él, y estuvo a punto de soltar un suspiro de alivio cuando vio que se guardaba el arma.

-...Sé buen niño...-

Le observo acercarse a una pared y vio como empujaba… ¿Qué quería? ¿Acaso había ahí una puerta oculta? Pues estando herido y medio desangrado no tendría mucha fuerza para abrirla.

-Tú podrías ser niño listo, y saber que con esas heridas tienes menos fuerza que una puñetera hormiga- se mofó, acercándose a su lado.

Dejando caer todo su peso en la pierna sana empujó con el mafioso. No sabía que pretendía al ayudarlo, pero no sería buena idea escapar… de momento, mientras siguiera teniendo la pistola al alcance de su mano.

Además, su instinto de policía le instigaba a investigar un poco y averiguar que había pasado en ese vertedero, que llamaban bar.

-... oye... ¿hay algo atascando esta puerta?- le miró interrogante, al ver que le estaba costando más de lo previsto, y no estaba para hacer grandes esfuerzos.

A pesar de odiar cada una de las palabras que salían de la boca del pelilargo. Debía aceptar que tenía cierta razón en sus deducciones. Podrían a ver saqueado el lugar incluyendo a sus hombres. Era una lástima que no hubiera registrado la caja demostradora.

Dado lo más importante era el escondite secreto. Esa parte del bar era la verdadera caja fuerte.

Mirando en silencio como el agente lo desobedecía, para acercarse a ayudarlo. Detuvo sus esfuerzos con un deje de sorpresa.

No tardando unos cuantos instantes para volver a empujar la secreta puerta. Sintiendo ceder la pared con la fuerza de ambos cuerpos...

-...Claro que hay "algo"...Está es una puerta oculta. Disfrazada entre las paredes...-Frunciendo el entrecejo por el esfuerzo. Siseó una última maldición. Abriendo la puerta del todo y recargándose en el marco de la entrada. Descubriendo que era una especie de "tubo" metálico, lo que obstruía el paso. Creando el sordo ruido, que hizó al caer en el suelo.-...ah...ya está.-Mirando de reojo al agente. Apareció una pequeña sonrisa en su rostro.

Ignorando el hecho de que volvía a sangrar la herida de su hombro. El esfuerzo había provocado el punzante dolor que volvía a travesar el cuerpo del mafioso. Llevándose una mano hacia su brazo. Comenzó a respirar agitadamente. Mirando hacia las largas escaleras que daban continuaciones de oscuros pasillos.

Sin ignorar el hecho de las claras marcas de sangre, tapizando todo interior de la puerta.

-...Vamos.-

-…- frunció el ceño ante su sonrisa.

Por fin la estúpida puerta se había abierto, y tenía algo de curiosidad por ver lo que había dentro…. Pero por otro lado, pensaba que si había tanta sangre por esa zona, y había estaba cerrada, ¡por algo sería!

Le cogió del brazo al ver que quería entrar, y pudo percibir el gesto de dolor que cargaba su rostro. Ante esto no pudo evitar soltarle una buena colleja.

-¿Adonde crees que vas, payaso?- siseó, agarrándole aún más fuerte, para que no se escapara. –Con esa herida no eres más que un estorbo, idiota, ¡piensa un poco!- exclamó sin contener su voz. Vale que se quisiera poner en peligro, ¡pero que a él no le arrastrara!... y como seguramente iba a obligarle a seguir, ¡por lo menos que contuviera la hemorragia! ¿Es que tenía la cabeza de adorno?

-Maldito idiota presuntuoso que vas por la vida como te da la real gana…- gruñó por lo bajo. Mientras que con una mano le sujetaba, con la otra, buscó su pañuelo de tela por sus bolsillos. Una vez que lo encontró, lo apretó con algo de mala leche contra la herida de bala, y soltándole, agarró la manga de su camisa, y poniendo la manga en sus dientes, tiró con fuerza, hasta que la tela se rasgó, sacando un buen trozo de tela para vendarlo.

-Que sepas que esta camisa es de seda… ya me encargare de cobrártela, imbécil…- murmuró entre dientes, molesto, y sin mirarle a los ojos. Cogió la tela, procurando no mirar el destrozo de su ropa, que le rompía el alma, y la enrolló con fuerza alrededor de su hombro, para finalmente atarlo sobre el pañuelo ensangrentado, sin ninguna misericordia, ni delicadeza… –Esto en teoría debería detener en cierta medida la hemorragia… y si te ha dolido te jodes- resumió, mirándolo desafiante. –Ala, ya puedes ir a hacerte el kamikaze…- le animó, señalando la puerta. –Tú primero-

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