x Si tu mueres; Yo también. {Lemon}

Invitado

La habitación era cómo tantas otras en aquel lugar; Blanca, inmaculada. Con el olor de siempre. El olor a muerte. A vida. A enfermedad.

Cerró con cuidado de no hacer ruido la puerta del baño cuando salió de éste. Se había limpiado todo rastro de sangre {En la medida posible, pues no traía muda} y ahora, sus mejillas antes tan blancas cómo el papel, comenzaron a tomar un tono rosado.

Era un cuarto, sin duda, espacioso. Tal vez demasiado. Constaba de la cama para el enfermo {al lado de esta, dos sillas, una a cada lado}, un armario empotrado a la pared izquierda y un sofá dónde seguramente pasaría la noche, los dias.. Lo que hiciera falta.

Los médicos habían hecho ya su trabajo. Al parecer, la intervención de Estephan había sido decisiva, y en silencio, agradeció aquello. Cuando llegaron allí las enfermeras se encargaron de asear en ensangrentado cuerpo de SU esclavo y los médicos, por otro lado, desinfectaron con mejores utensilios aquella herida.

Sueros y vitaminas. Dos agujas clavadas en las muñecas del otro, asegurándole consistencia; Vida. Una máquina, al lado de la cama, indicaba su pulsación. Todo hasta ahora, parecía normal. Pero tras más de cuatro horas, el albino seguía sin despertar.

Cruzó sin prisa el cuarto hasta llegar nuevamente al lado de la cama y bordeó aquella silla que le impedía inclinarse hacia el enfermo.

Le habían retirado las vendas que siempre portaba sobre la mirada, dándole la oportunidad de ver sus ojos, aquellos que existían pero no podían ver. Parecía dormido, reposando. Tan frágil cómo siempre. Pero abajo, en su vientre, quedaría la osadía de su acto, una cicatriz que seguramente surcaría su estomago por dónde el cuchillo había cortado.

Apoyó una mano sobre la cama y la otra, más valiente, se atrevió a rozarle el cabello de la frente; Su culpa. Había sido su maldita culpa. Y no sabía cómo iba a disculparse...

Lloró. Reclinó el rostro hasta que rozó la almohada y apoyando su mejilla contra la correspondiente del can, comenzó a sollozar. No tenía perdón. La única persona a la que se hubiese atrevido a querer se había intentado suicidar por su existencia; Por su culpa. Prosiguió llorando y entre tanto... Las horas caían sobre ambos.

Invitado

La puerta se ha cerrado dejando un gran silencio ya todos se han marchado quedando ellos y sus recuerdos.

Dentro de su mente deambulaba, en un lugar a oscuras como siempre había sido su existir, el muchacho sintiéndose solo, desolado, congelado. Se acurrucó en un resquicio de su interior.

Cada vez que se acordaba de Jasper, le daba una punzada, allí, muy dentro del pecho, donde se halla colocada, tan sensible, tan nombrada y tan propensa a la emoción, esa masa colorada que se llama corazón.

Deseaba estar con él, pero no había nacido para decidir, otros debían manejarlo a pesar de su sentir.

Marcando, en silencio, toda su ansiedad por estar con él. Gotas de rocío, cristalinas lágrimas han de caer de entre sus espesas pestañas para unirse a las del chico que desconsolado lloraba junto a él.

Eran dos seres que de amor parecían desfallecer, para ocultar, en secreto, lo mucho que se quieren.

Sólo dos hojas que el viento se encaprichaba por separar, obligarlos a arrastrarse en diferentes direcciones, ya sin control de sus movimientos, eran el sueño imposible, aquellos que buscaban la noche, la soledad de un cuarto para olvidarse del mundo, del dios que en esclavos los había convertido.

¿Dónde iría su voz si Jasper ya no estaba?, simplemente, a morirse entre la gente desconocida.

Invitado

Ya el día clareaba y no había conseguido pegar ojo. Junto a la cama en la que descansaba el peligris conectado a una taladrante máquina y a dos goteros, yacía su propia silla, prácticamente pegada al costado derecho de ése lecho.

Su mano se cerraba con fuerza entorno a la que, pálida y sin ademán de movimiento permanecía estática sobre las sábanas.

El propio llanto le había provocado hinchazón de pupila y juró que, en medio de la oscura noche, su compañero había llorado junto a él...

Pero seguramente soñaba. Aún no se había movido, tan siquiera había hablado en sueños. Nada, no daba señales. Le había hablado, medio ido. Planes de futuro. Planes y más planes... Pero todo se rompería si aquel que era formaba parte de él no abría los ojos.

Alzó la mirada, con cansancio. Faltaba una hora escasa para la entrada del doctor a aquella habitación. La revisión, los resultados de los análisis hechos el día anterior... Todo estaría bien. Debía confiar en eso.

Invitado

El pequeño cuerpo no se inmutaba con las caricias que le propiciaban, seguía aún sumido entre sueños, controlados por la máquina aquella y las sustancias que recorrían sus venas.

Impávido ante el sufrir del otro, a pesar de que a media noche despertara debido a los sollozos de Jasper y que lo acompañara embebido en lágrimas ahora parecía calmo con los ojos un tanto hinchados por lo que en la oscuridad había sucedido entre ambos, parte de la frustración del otro esclavo había tomado él, para que la carga no se hiciera tan pesada.

Después de un rato y de que las manillas del reloj dieran una vuelta completa, el especialista hizo su aparición. Algo sorprendido por lo joven del dueño de aquel esclavo que permanecía inconsciente, sonrió al notar que casi estaba sobre éste tratando de hacerlo reaccionar mientras le hablaba en voz baja para que nadie escuchara.

- Buenas... -

Rodeó tranquilamente la camilla observando al paciente, llevando los documentos que contenían los resultados de los exámenes realizados el día antes.

Invitado

El suave chasquido que produjo cierre de la puerta al abrirse fue lo que le hizo darse cuenta de la hora que era. El día ya estaba iluminado fuera de aquella penumbrosa habitación.

Con pesadumbre dejó de pegarse tanto al cuerpo de aquel que había amado hacia apenas tres noches atrás y hacia menos de una, había decidido quitarse la vida. Pero su mano seguía manteniendo contacto con ésa de delicada textura que aún no se había movido, que aún seguía más fría de lo que debería. Fijó sus claras pupilas en las del doctor, buscando respuestas.

- Buenas... – Su propia voz le resultó extremadamente ronca cuando resonó, alta, clara. Sería de la falta de sueño, sería de haberse pasado toda la noche hablándole al peligris... Que importaba.

El diplomado sonrió y extendió sobre su propia palma derecha uno de los folios que traía consigo, repasando la evaluación y alzando de vez en cuando la vista de la hoja para observar al que permanecía dormido, impasible.

- Se dio un buen corte... – Comenzó, parecía ser meticuloso en sus palabras. – El arma no dio a ningún punto vital. Está estable, no se preocupe. Es menester que guarde paciéncia, despertara cuando su cuerpo se vea recuperado de fuerzas. – Sacudió suavemente los papeles que seguía sosteniendo y pareció estar buscando cómo proseguir. – Por suerte, no dañó el útero. -

No entendió eso, pero sus dedos se enroscaron con firmeza en los del enfermo. Su corazón se encogió en un puño pudiendo divagar a que podía referirse.

- Sí, verá.... - Aclaró, tras el claro desconcierto que mostró. - Él está embarazado. – No dio la enhorabuena, ya que en esos tiempos, se podía ver de todo y no podía estar seguro de que aquel fuera el padre.

Sus piernas parecieron perder la fuerza ante la noticia, se inclinó débilmente hacia delante y dejo de prestar atención a lo que parecía decir el doctor. No podía dejar de mirar ése pálido rostro. No sólo le había mancillado, sino que también le había dejado una enorme responsabilidad dentro de él.

Se dejó caer de rodillas y su mano resbaló de la otra. Todo parecia moverse. Se estaba comenzando a marear.

Invitado

Los minutos transcurrían con lentitud, o eso parecía ante aquel muchacho inclinado en el suelo con los ojos abiertos de par en par, una y otra vez martillando en su cabeza las palabras del especialista en medicina.

El hombre vestido de blanco, cogió las sábanas que cubrían el pequeño cuerpo y lo descubrió con un poco de cuidado, solicitándole al muchacho rubio que se retirara, pues él debía revisar la herida.

Deslizó los dígitos por los delgados brazos que ahora parecían más débiles de lo que semejaban cuando estaba alerta. Ahora sus dedos quietos no sostenían nada. La mano del hombre se apoyó en ciertas partes del vientre del muchacho presionando gentilmente con el fin de detectar algún abseso u cuerpo extraño.

Nada, todo transcurría normalmente, normal para un convalesciente. Una vez que estuvo seguro de que los signos vitales iban bien al igual que la cicatrización. Cubrió nuevamente al muchacho peligris.

Giró el rostro, en el sillón estaba el otro muchacho. Parecía bastante joven, no obstante, podía ser hijo de un millonario que no sabía qué hacer con su dinero y le daba de obsequio un esclavo a su retoño.

- ¿Se encuentra bien? - tal vez no deseaba a la criatura. Acomodó los anteojos y tomó la carpeta con documentos - Podemos retirar el vientre con una simple cirugía... de modo que el esclavo quede esteril y no tenga más problemas... - dijo como lo más normal, de hecho, aquello estaba de moda entre los esclavos de Hanori, pero viendo la situación del paciente, sería mucho más barato retirar todo sin más.

Algo rápido y cómodo para el amo... con el fin de poder disfrutar al máximo de su propiedad.

Invitado

Hundió la espalda en el respaldo del sillón mientras aquel de blanco inspeccionaba la herida del menor. Prefería no mirar por lo que su vista estaba pegada a sus manos propiamente entrelazadas. Aquella noticia le había dejado shockeado. Sabía que no había tomado precauciones, pero pensó que cómo era la primera vez...

Gimió y se movió del sillón, de repente, aquella mullida contextura le parecía incomoda.

- Sí... Estoy bien.- Masculló al unísono que se llevaba una mano a la frente para rozarse la misma con impaciencia.
Su rostro mudó de expresión tan buen punto ése hombre había, sin escrúpulos, especulado sobre la fácil destrucción de aquel ser que crecía en el vientre del peligris; Su futuro hijo.

Miró al doctor conforme bajaba la mano de su rostro, y éste también se fijaba en él, esperando algún tipo de respuesta ante su súbita resolutiva.

Carraspeó. Y claramente intentó fingir indiferencia a aquello. Sabía que eso era de lo más normal entre esclavos y amos. El mundo consideraba que si el lacayo daba algún tipo de problema, siempre se podía solucionar sin contar con el sentimiento o situación del otro. Suspiró ahora, tratando de no crisparse; No era el momento.

- No es necesario, me haré cargo del niño. -

Pudo ver cómo el doctor alzaba las cejas, dubitativo y se llevaba nuevamente el índice al inicio de la nariz para nuevamente empujar la forma encorvada de las gafas hacia atrás, procurando mantenerla en su posición.

- Si cambia de opinión no tiene más que decirlo. – Se acomodó la carpeta bajo un brazo y volvió la mirada a lánguido cuerpo de quién aún seguía postrado en la cama. – Él no tardará mucho en despertar. -

Invitado

Los dedos viajaron hasta el final de la cama donde permanecía postrado el pequeño y delgado muchacho que antes pareciera tan vivaz. El médico tomó las sábanas y las deslizó con cuidado por el lecho, de modo que Hund quedara cubierto casi por completo, sólo el rostro y los brazos a la vista quedaron.

- Si hay algún problema le avisa al enfermero, él sabrá qué hacer en aquel caso, sino... me buscará -

Los documentos fueron tomados con debido cuidado y llevados bajo el brazo de manera que el rubio no pudiese ver los datos anotados en aquellas páginas blancas. El hombre avandonaba la habitación para dejar a solas a aquellos que en silencio se quedaban.

Las horas transcurrieron en asfixiante silencio, sólo interrumpido por la suave respiración de aquel que hacía las veces de can. Más tarde, cuando el sol estuvo en lo alto del cielo, los dígitos se movieron a penas como tecleando las sábanas.

El muchacho comenzaba a reaccionar, sin tener muy claro donde estaba, los olores eran confusos. Se sentó de golpe, con el respectivo jalón de los puntos en su vientre, los que le hicieron gemir, arrugar la nariz apretando los párpados - Ay..... -

Las manos clavadas con agujas se movieron y el muchacho con los dientes arrancó lo que le provocaba molestia, su cabeza daba vueltas, sin saber qué estaba haciendo allí, sin recordar que había intentado darse muerte ni que casi lo había logrado.

Invitado

Esperó a que el doctor abandonase la habitación, y tan buen punto lo hizo, se movió con prisa del sillón en el que se encontraba para nuevamente terminar sentado en aquella silla que con tanto ahínco había aproximado a la cama la noche anterior.

Parecía que el día trascurriría cómo el anterior: Sin novedades. La sala era invadida por el silencio y rota por algún suspiro de quién próximamente sería padre de su hijo. El sueño comenzó a ganarle. No había dormido en dos días y necesitaba hacerlo. Los párpados le pesaban y la sombra amoratada que yacía bajo sus ojos demostraba la falta de descanso.

Sería un momento... Cerró los ojos, se acomodó del modo que pudo sobre la silla y se dejó a los brazos de Morfeo.

No despertó hasta que notó cierta agitación a su lado y cuando pesadamente abrió los parpados se encontró con el peligris sentado en la cama, tirando de aquellas agujas que adheridas a su piel le habían estado alimentando y manteniendo a flote sus constantes en esas últimas casi 48 horas.

Se irguió de un salto con tanta prisa cómo fue capaz y con una agilidad poco demostrada en él tomó las manos del can entre las propias con firmeza, haciendo que no tocase más de aquello que estaba conectado a él. Le acarició los nudillos con la yema de todos y cada uno de sus dedos, recorriendo las formas de su puño cerrado con aparenta calma.

- Hund... – Le habló por lo bajo, cómo en la intimidad lo hacen los amantes, y sus dedos buscaron la aceptación para intercalarse entre la falange de los ajenos. – Hund, te encuentras mal?.. Puedo llamar a un enfermero... -

Su mirada escudriñó el pálido rostro de su compañero. Simplemente estaba asustado, perdido. Y era comprensible.

Invitado

No, no podía imaginar quién lo tocaba, su desespero por arrancar de allí era inmenso, no lograba encontrar la esencia del chico con tanto aroma a enfermedad y a muerte, sus sentidos estaban completamente bloqueados mientras su terror latía con fuerza desmedida.

Empujó al otro y deslizó los dedos por el rostro sacando algunas lágrimas que habían osado desbordarse de las cuencas de su rostro, aquella mueca retorcida que soltó no pudo más que demostrar su profunda afección. El dolor, el miedo a todo lo que no podía distinguir lo mantenían prisionero.

Jaló nuevamente de aquellas sondas que mantenía sujetas a agujas clavadas en sus muñecas y las arrancó, provocando inmediato sangramiento. Paso seguido, sus dedos temblorosos fueron hasta su nariz para jalar con esmero las sondas que le habían insertado por las fosas nasales, le producían dolor interno al querer hablar.

Sólo las lágrimas gruesas rodaban sin que emitiera sonido, el cuerpo delgado se estremecía tratando de escapar de aquella prisión impuesta por los desconocidos.

Invitado

Se quedó perplejo, pues una vez empujado vio cómo el muchacho intentaba retirarse aquellas lágrima que, muy a pesar del otro, surgían de aquellos ojos que no podían ver.

Llamar a los enfermeros acabaría en masacre, serían más olores y por ello, aún más confusión. Tendría, sabía, que calmarlo él por sus medios.

Alarmado, observó cómo aquellas muñecas antes provistas de un débil vendaje que sostenía la aguja dentro de su piel se veían teñidas del líquido de la vida, el cual, se escurría prácticamente por todo su brazo y moría a la altura del codo para caer sobre la blanca sábana. Y ahora, no contento con eso, pretendía arrancarse la subsistencia de aire.

Un rugido protector afloro de su pecho. Eso había llegado demasiado lejos. Nuevamente se inclinó hacia la cama, esta vez empleando toda su fuerza y teniendo conciencia que aquello dolería, rodeó las muñecas del peligris con las manos; Cada una con su correspondiente. Alejándolas de su nariz, dónde aún parecía estar correctamente colocado aquel entubado y apoyándolas con firmeza contra la almohada. Apretó con fuerza, haciéndole entender quién tenía el poder y a su vez aprovechando para hacer un leve torniquete en la herida.

- Vas a calmarte ya? – Su cuerpo estaba tan inclinado que prácticamente respiraba del aire que el otro expulsaba, su aliento rozaba la mejilla del otro y se perdía cerca del lóbulo de su oreja.

Invitado

Un quejido ahogó en el cuenco formado entre el cuello y el hombro del chico a su lado, sollozando inquieto el pequeño peligris - tengo miedo... - su pecho parecía exprimir con fuerza cada vez que el otro le hablaba.

Parecía estar confabulado para que hicieran con él experimentos, nuevamente estaba en el laboratorio con sustancias recorriendo su ser, siendo víctima del progreso y de la ciencia laboratorista.

Removió su cabeza - Jas... jasper... - las lágrimas mojaban el cuello del otro mientras el cuerpo se mecía de acuerdo a los sollozos que no se detenían, en cambio, aumentaban con el transcurso de los segundos - por qué me encerraron de nuevo? - no había hecho nada malo que recordara, de su mente se había esfumado el instante en que él se dañara con el arma blanca.

Ahora más calmado cargó su cuerpo en el del otro llorando sin saber cómo detener aquello que había sido desencadenado. Por lo menos ahora tenía compañía, compañía apreciada.

De pronto sus lágrimas se detuvieron y se separó de golpe - por qué estás aquí? - sus labios trémulos hablaban - diles que no me conoces para que te dejen ir... - el mentón temblaba de solo imaginar que por su culpa ahora para experimentos científicos habían encerrado a Jasper junto con él.

Debía sacarlo de allí a como diera lugar, darle la libertad que él no tenía derecho a recibir por haber nacido con discapacidad visual.

Invitado

Aquello sencillamente era una situación que le podía. Dejó de hincarse tanto en la cama y cuando la humedad comenzó a dar señales en su cuello sus manos aflojaron el firme agarre que tenía en esas lastimadas muñecas para rodear mecánicamente los hombros de aquel que temblaba por miedo. Miedo, tenía miedo, y él parecía ser el consuelo y sustento al mismo.

Tembló cuando los sollozos aumentaron, pero no pudo remediarlo. Se veía tan débil, tan frágil... Sus brazos pretendieron cerrarse con fuerza pero entonces, el otro retrocedió, cesando los sollozos.

En un gesto gentil sus manos se alargaron hasta aquellos pómulos llenos del líquido cristalino y retiro cada una de esas gotas que rociaban su suave piel con calma, una de sus manos se entretuvo a jugar con aquellas saladas mientras que la otra bordeó la nuca de su compañero, empujándole con suavidad hacia él.

Cuando le tuvo lo suficientemente cerca, un suave y efímero beso fue posado sobre aquel tembloroso rostro, que fue seguido de otro. Y otro. Y de ése modo recorrió a besos aquellas delicadas fracciones.

- No estás en los laboratorios...- Masculló cuando sus labios se encararon con los del albino y los besó del mismo modo que lo había hecho con el resto de su piel; Suave y con calma.

No sabía cómo comenzar a explicarse. Tendría que ser meticuloso en sus palabras. No le dejaría volver atentar contra su propia vida y por ello ahora tal vez debería ser más cuidadoso a la hora de exponer.

- Te... Intentaste escapar de mi... – Sonrió, sin apartar en ningún momento sus labios de la pálida piel contraria, haciéndole fácil la tarea de identificar así sus gestos. – Aquí te curaron la herida que te hiciste... – Aquello fue un murmuro, no tenía valor para sacar el tema, y rezó para que el otro no hiciera preguntas al respecto.

- Hund... Tenemos que hablar. – Aquello sonó más firme de lo que realmente hubiese pretendido. Tenía que decírselo, estaba gestando a un hijo. El hijo de ambos.

La mano que permanecía en su pómulo cedió y recorrió el costado de su rostro hasta que se perdió en su cuello, llenándolo de caricias superficiales.

Invitado

Una aguda punzada en el vientre trajo consigo imágenes dolorosas, su rostro ya seco de lágrimas debido a las caricias ofrecidas tan amables y acogedoras, giró hacia un costado mientras trataba de acallar su mente.

La garganta ardía, como si aquellas lágrimas que por ella habían descendido, la hubieran dañado. Aclaró la voz mientras sus dedos yacían retorciéndose sobre las sábanas y las jalaban un tanto ansioso.

Jasper lo dejaría, debido a lo que había hecho, ya lo sabía. No debió haberse portado tan mal, pero era tarde, era hora de pagar las consecuencias de su actuar.

Los cabellos cayeron lacios y casi sin fuerza por los costados del rostro una vez que el chico inclinara su faz, ya más "escondido" se mordió el labio inferior con fuerza mientras sus dedos estrujaban la tela que cubrían en parte su humanidad - escucho... -

Nunca pasó por su mente la idea que el otro explicaría, pensar que de él pudiese brotar algún fruto algún día era una idea descabellada. No pensaba ni vivir por tanto tiempo, menos el que un ser diminuto se desarrollara dentro de su cuerpo.

Alzó lentamente el rostro y las plateadas hebras se deslizaron suaves por sus pómulos dejando ahora su rostro descubierto, con los ojos cerrados, largas pestañas del mismo color de su cabellera haciendo guardia para que las pupilas no se vieran.

Invitado

Era el momento. El otro esperaba, y él, tenía que informarle de su estado o pronto lo haría el doctor. La herida que surcaba su bajo vientre terminaría en cicatriz, pero había algo más.

Su diestra se movió lo necesario para que uno de sus dedos centrales rozarse con sublime lentitud uno de esos finos párpados que ocultaban aquellos ojos que para la desgracia del afectado, no veían.

Bien sabía que aquello era un tema delicado. Se mortificaba mentalmente a si mismo. Él era primerizo también, si más no, en dar esas noticias.

Detuvo por fin los roces y su mano bajó automáticamente a las sabanas, buscando una de las que con fuerza, agarraban la sábana.

- Hund... ¿Recuerdas la noche... – Aclaró la voz y rectificó. - ... Nuestra primera noche?. -

Esperó a algún movimiento afirmativo y una vez complementado el gesto prosiguió, aunque sin saber bien el porque, su tono de voz bajó a ser un murmuro inteligible, pero sabía que el fino oído de su acompañante sería capaz de captar las palabras que venían a continuación.

- Pues allí... Yo te dejé... – Tomó aire, tratando de llenarse a si mismo de calma, pues, él había sido también victima del shock que le produjo saber que el otro estaba... - ... Embarazado. -

Invitado

Receloso lo dejó coger su mano, algo le decía que las cosas no estaban bien, no del todo. A pesar de estar con vida y "salud" en la piel del chico sentía el temblor, la duda misma brotaba como raudal en cada palabra que decía, además de la angustia que se cernía.

Pudo averiguar además que titubeaba, lo que lo llenaba de temor, quiso no oír aquellas palabras pero no había solución. Ahora, sus ojos abiertos de par en par, dejaban expuestas las blancas pupilas que hacían tétrico juego con sus cabellos.

Soltó la mano del otro y quizo retroceder más no pudo y en su lugar una mueca de profunda angustia dio a luz un gemido lastimero.

Los ojos permanecían clavados en el rostro del chico, o eso pensaba, sentía el sonido de su propio corazón que quería salir arrancando.

- yo... - el rostro volvió a contraerse mientras sacudía los cortos mechones - yo... - los dedos escrutaban el propio rostro. Finalmente una sonrisa surcó sus labios, ya no podía haber algo peor que aquello, no por tener un niño en su vientre, sino por no tener nada que ofrecerle, sólo una vida de esclavo al igual que ellos.

Invitado

Su cuerpo entero dio un leve respingo cuando su mirada se cruzó con aquellas blancas pupilas. Era la primera vez que le mostraba lo que sus parpados ocultaban y un escalofrío le recorrió la espinada. No por estar asustado o por asquearle, sino que, aquella angelical visión parecía irreal.

Cuando se negó a su mano para él mismo palparse los pómulos alzó por su cuenta las manos y con cuidado las pasó por el contorno de sus brazos, alzándose lentamente en caricias, primero su dedos masajearon la fina curvatura que formaban sus delgados hombros y después estos se deslizaron sin ningún tipo de prisa hacia su espalda con el afán de cerrar el abrazo.

Sabía que sería arriesgado... ¡Traer un niño al mundo! ¡Dos esclavos!. Pero lo deseaba. El saber que aquel albino traía en su interior el fruto de aquella acalorada noche le hacia sentirse en parte, libre. Ése niño crecería con las reglas de Rozen... O tal vez, si nacía sano, lo mandarían directamente a Hanori.

- No dejaré que nadie os ponga un dedo encima. – Le habló al oído, intentando recuperar el aliento, tratando de acordarse cómo era aquello de respirar pues cada vez que pensaba que iba a ser padre, se olvidaba de todo lo primario.

Invitado

Aún no daba crédito a lo que había escuchado, él... iba a dar a luz a un niño, tal vez tan deforme como él mismo y... no tenía ningún poder sobre él. El hecho de saber que aquel a quién llevaba en su cuerpo, era la propiedad de quien lo tomara a su cargo le revolvía el estómago, sin embargo, permaneció en silencio.

Ni sentía que estaba siendo abrazado - Será... esclavo... igual que yo... - finalmente dijo con la voz opaca.

Los dedos recorrieron los mechocnes del otro, lentamente como si el asustado fuera Jasper - será propiedad de otro... antes de nacer... - le recordó con la voz en un hilo, ya sin temblar, sin miedo aparente.

Era tanta su pena, que parecía sonreír debido a su mala suerte, tendría que hacer algo para que ese bebé fuera libre, incluso ser sumiso para quien lo comprase, dejarse hacer con el fin de que lo trataran bien. Era capaz de vender su alma al diablo para que le dieran la libertad a su bebé.

Invitado

Apoyó el mentón en el hombro izquierdo del peliblanco y no tardó en sentir como esas delgadas falanges se paseaban por entre sus mechones, proporcionándole cierta sensación reconfortante.

Por su parte, estrechó algo más su espalda en el abrazo y le atrajo tanto como pudo a su propio cuerpo. Su rostro no tardó en hundirse en aquella embriagadora calidez que le proporcionaba el cuello adyacente. Lo acarició con la frente con movimientos marcados, degustando con esos simples roces de esa delirante suavidad.

Sabía que su hijo no nacería libre... Claro que lo sabía. Estaría condenado cómo ellos dos. Pero no por ello dejaba de sentir un deseo incondicional de saber que la persona que estaba a su lado iba a dar a luz a algo que formaba también parte de él. Los protegería. A los dos. Encontraría la manera, sea cómo fuere, lo haría.

- Te he dicho que encontraremos una solución...- Murmuró. Todo saldría bien. O eso quería pensar.

Separó el rostro del cuello de su compañero y observó su expresión. Sin duda, estaba sufriendo más de lo que él mismo podría imaginar.

- Hund...- Fue un aletargado movimiento, pero pronto, su frente se encontró con aquella sudorosa - Yo quiero tenerlo.. -

Invitado

- Y.. yo también... - musitó un tanto preocupado, no obstante, alzó su rostro demostrando una sonrisa con los ojos aún enrojecidos por las lágrimas vertidas con anterioridad.

Lo hizo más hacia su cuerpo, estrechándolo con fuerza - Nadie debe saberlo... sino me obligarán a terminar con su vida - su vientre plano aún, se pegó al de su compañero - t... te quiero... - su rostro apoyado en el torso ajeno se quedó, mientras el aliento tibio rozaba las prendas del rubio.

Ahora un poco más calmado, o eso era lo que parecía, el muchacho albino estaba en silencio, tratando de pensar cómo haría para no presentar los síntomas previos a lo notorio del cuerpo de la criatura que llevaba dentro.

- Tendré que ser sumiso? - carraspeó, no le gustaba la idea, pero era peor pensar en que lo golpearan, debía cuidar de su cuerpo de ahora en adelante, a un coste de servir hasta en la cama a quien lo solicitara.

Invitado

-Nadie lo sabrá. – Confirmó y en ese instante pudo sentir cómo el albino se acomodaba de tal manera que su vientre rozaba con el propio. Sonrió. Pocas veces escuchaba esas palabras de la boca de su amante. – Sabes que yo también... Te quiero, y por eso, sé que llegaré a protegeros. Os daré una vida digna... –

Paseó su palma derecha por encima de aquellos blanquecinos cabellos con toda la calma con la que fue capaz, pues pese a que intentaba tranquilizar al otro... Sabia que sería difícil y desde ahora seguramente, pasarían por bastantes cosas... Claro estaba, no iba a dejarle solo. Ni ahora. Ni nunca.

Rió ante la ocurrencia del otro... Risa que se aplacó cuando se dio cuenta de la absurda y fría realidad; Era cierto. Se tendría que dejar hacer, que proteger. Proteger al bebé. Sintió la sangre hervirle, pero sus caricias prosiguieron tan suaves cómo en un principio.

-Sí... Pero... Luego yo me vengaré de todos los que... – Gruñó por lo bajo, el otro ya sabría cómo proseguía la frase...

Su mano libre, la zurda, vagó por encima del camisón que cubría el torso del menos y trazó pequeñas aunque insinuantes formas sobre esa tela.

Invitado

Sonrió y rozó la nariz del otro con la lengua, no sabía por qué, tal vez aquel minúsculo ser lo afectaba, quizás el mismo Jasper. Pronto la pena se disipaba trayendo consigo algo de calor humano (?)

Sentía que esos dedos erizaban su piel como si la enfriaran y a la vez la calentaran con tanto ahínco que a penas resistía las prendas cubriendo su cuerpo adolorido.

El vientre aún con los puntos recién puestos, denotaban magullones y los brazos tenían el mismo aspecto, azulosos debido a las inyecciones, a las sustancias que por las venas corrían lentamente con el fin de mantenerlo con vida.

- J... jasper... - susurró suavemente - sácame de aquí... - a pesar de no ser laboratorio, pensaba que hacían con su cuerpo lo que deseaban, se sentía nauseabundo de solo sentir aquel aroma a medicinas y enfermedad rodeándolo.

Pronto sus labios buscaban, exigían los contrarios, quería olvidarse de su cuerpo, de sus heridas, de su futuro incierto.

Invitado

- Sabes que no puedo... – Suspiró suavemente, si seguía insistiéndole con esa voz y ése tino lastimero acabaría por ceder aunque fuese perjudicial para él. – Aquí no te harán nada malo... Ellos curan... Y te darán de comer mejor que en Rozen... Confía en mi... – Sabía que acababa de pedir algo complicado y más para alguien tan temperamental cómo el can, pero creía ya haberle demostrado que le quería... Eso creía, claro.

Ladeó el rostro justo al lado contrario de dónde lo hacia el de menor estatura, teniendo así ocasión de poder rozar superficialmente sus labios contra los ajenos y tan buen punto ése calido contacto le envolvió lanzó un pequeño suspiro.

Su mano volvió a trazar formas sobre aquel famélico torso y descendió a la altura de su vientre, dónde sus caricias se volvieron más suaves por tal de no incomodar al futuro padre de aquello que se gestaba precisamente a esa altura.

No fue delicado, pero tampoco tenía la paciencia para esperar Empujó su propia lengua hacia la boca contraria y logró abrirse paso sin demasiada dificultad. Jadeó, victorioso, cuando su lengua rozó los inicios de la otra boca. Deleitándose con su grata humedad y suavidad.

Invitado

De pronto la demandante humanidad del chico hacía lo suyo al interior de su boca y como si se tratara de un siervo acogió a aquel que lo dominaba por completo, sientiéndose parte de éste a pesar de ser entidades separadas, mas ahora unidas por lo que se gestaba en el silencioso secreto de ambos.

Pudo sentir la saliva que inundaba su cavidad y la tragaba con deseo, como si con ello fuese a eliminar el dolor que recorría su piel. Entonces, los dedos se hicieron de su cuerpo, jalándolo sutilmente mientras temblaban con cada roce de las prendas que cubrían al chico, hasta que llegaron a su espalda y allí se movieron en círculos, como construyendo un nido para guarecerse.

Sus piernas se acercaron a las del otro, sentía frío y sólo con Jasper conseguía algo de cobijo - Demo... yo quiero estar contigo - sus labios susurraban en su oído, no quería estar ahí, prefería durar pocos días pero si era junto a él.

Invitado

Conforme aquellas temblorosas yemas hacían lo suyo con su espalda, su cuerpo intentaba quedar tan arrimado cómo podía a aquel torso contrario. Quedó tan pegado a él hasta el punto de que podía sentir cómo su pecho se movía al respirar, cogiendo el aire que él mismo robaba en cada acción.

La mano que proseguía rozando la tela que cubría su por ahora plano vientre se deslizó suavemente hacia abajo, bordeando el costado de su cadera y postrando allí los dedos para acariciarle suavemente el inicio del muslo. Alzó disimuladamente el camisón y cuando el juego de sus dedos hubo quedado satisfecho, bajó las caricias hacia su rodilla, recreándose en reseguir la forma de éste con los dedos centrales de su diestra.

Inclinó un poco más el rostro hacia él cuando ambas bocas se vieron separadas. Teniendo la propia provista de reservas de la saliva ajena. – Y voy a estar contigo... – Susurró casi del mismo modo, aunque teniendo el propio tono de voz un ligero matiz juguetón. Ladeó el rostro y encaró sus labios a esa blanca piel de su cuello, dando un lánguido y húmedo lengüetazo a la zona. Cómo el carnívoro que primero degusta a su presa.

x Si tu mueres; Yo también. {*Lemon*}

x Si tu mueres; Yo también. {Lemon}