Llegando a casa. [Privado]

Se subieron al automóvil y Talos manejó rumbo a su casa. No era una casa demasiado ostentosa, pero sí era bonita. Tenía dos pisos y era por completo de madera. Estacionó el auto en el garaje y le tomó la mano a Jounochi para que lo siguiera. Era extraño vivir con alguien después de tanto tiempo de vivir solo, pero se acostumbraría; uno de los motivos por los cuales había comprado un esclavo era ése: aprender a ser más sociable con las personas que lo rodeaban.

—Te mostraré nuestra casa.

Dicho esto, y sin soltar la mano del muchacho, entró al lugar. Era una casa sencilla. En el primer piso estaba la sala, la cocina, un estudio y una habitación que Talos usaba para tocar música.

El primer lugar al que lo llevó fue a la sala. El suelo estaba cubierto de pared a pared con una mullida alfombra negra y tenía dos sillones que se veían bastante cómodos, una pequeña mesa de centro en la cual había partituras y una caja de cigarros. Además, en un rincón, había un mueble con muchísimos libros de todo tipo.

—Mira, esta es la sala. Tiene chimenea y todas esas cosas que las personas disfrutan cuando hace frío. No tengo televisión acá ni en ninguna parte de la casa, no me gusta, por lo tanto si quieres una avísame y la compramos.

Lo tiró de la mano para llevarlo a la cocina. Parecía un pequeño niño con amiguito nuevo y es que nadie iba a su casa y por eso se emocionaba mostrándola detalle por detalle.

—La cocina es el lugar en el que menos tiempo paso. No es que no sepa cocinar, pero a veces se me olvida.

La cocina tenía dos mesones grandes. Uno en donde estaban los quemadores y el lavaplatos y otro que solamente funcionaba como mesón. Ambos tenían cajones, donde se guardaban distintas cosas y al lado del último había un pequeño bar con distintos licores. Habían repisas y el horno estaba empotrado, y también había un pequeño comedor con cuatro sillas.

Después de unos minutos volvió a tirar de la mano de Jounochi y lo llevó al estudio. Era bastante más sobrio que el resto de la casa. Tenía un escritorio, otro mueble con libros y algunos cuadros en las paredes. No se detuvo mucho tiempo allí, no le gustaba mucho y era el lugar en el que menos tiempo pasaba.

Finalmente llegaron a la sala de música. El paraíso de Talos. Lo que más sobresalía era el piano de cola, pero también se podían ver instrumentos arrumbados en los rincones: un violín, un saxo, una trompeta y una flauta traversa.

—Éste es mi lugar favorito de la casa. Acá creo música. Puedes entrar siempre que quieras, pero si estoy tocando, por favor trata de hacerlo en silencio para que no me desconcentre.

Finalmente subieron al segundo piso. Allí estaban las habitaciones, los baños y una pequeña azotea. Primero le mostró la azotea. Un pequeño lugar con algunos sillones y una pequeña mesa para poner libros o cosas así. Era ideal para descansar y recibir un poco de sol cuando hiciera buen tiempo. Después le mostró el baño que estaba en el pasillo; bastante grande y cómodo. Con todo lo que un baño tenía que tener, así que no se demoró mucho en eso.

Luego, entraron a otra habitación. Una habitación adornada escasamente y con una gran cama en el centro. Tenía un pequeño escritorio, un armario, una comoda y un velador con una lámpara.

—Esta será tu habitación. Sé que no es mucho, pero no estoy acostumbrado a las visitas. De todas maneras, podrás adornarla como gustes. Es tuya.

Y por último lo llevó a la habitación que ocupaba Talos. Era del mismo tamaño de la otra, tenía la misma cama y los mismos muebles; la diferencia era que en ésta reinaba el desorden. Habían partituras por todas partes, una guitarra sobre la cama y un par de prendas de vestir en el suelo.

—Esta es mi habitación. Como verás está desordenada, pero eso es normal. No suelo dormir por muchas horas, tres o cuatro como máximo... Y, bueno, me gustaría que hoy duermas conmigo. Nada de sexo, lo prometo. ¿Qué me dices?

Frunció el ceño y se alejó un poco. No es que hubiese fantasmas, era que no le gustaba dormir solo por las pesadillas que lo atormentaban en las noches. Claro, eso no lo diría en voz alta, bastante había dicho ya de sí mismo. Caminó por la habitación sintiéndose algo molesto todavía y sin muchas ganas de hablar. No era culpa suya tener pesadillas, era culpa de su infancia. Jamás pudo evitarlas y éstas sólo lo dejaban tranquilo cuando dormía con alguien más.

—Ya, como sea. Si no quieres no hay problema.

Avanzó hasta la ventana y miró hacia afuera. Se le habían quitado todas las ganas de conversar o de ser agradable con el muchacho. ¿Así serían las cosas? Bien, no tendría problemas en mostrarse poco amable y autoritario si ese era el caso.

Volvió a fruncir el ceño cuando escuchó eso que Jounochi ni siquiera sabía su nombre. Era cierto, pero ¿qué sabía él de normas sociales y cosas por el estilo? Nada.

—Mi nombre es Talos.

Se giró para ver al muchacho y bufó. No, definitivamente no dormiría con él esa noche, problema de él si no podía dormir por los gritos.

—Veo que no confías en mi palabra, así que iré a preparar la cama de tu habitación.

Seguía un tanto cabreado. Sí, entendía la desconfianza del muchacho, pero pensaba que había dejado claro que él no era como el resto. Y ahora las palabras que decía Jounochi sonaban vacías, como si de se tratara de excusas para reparar la reacción anterior. La tentación de seguir en sus trece y decirle que no, que ya no dormirían juntos era grande, pero tenía que aprender a ser concesiones, a ceder un poco y no a ser tan determinante en su manera de ver las cosas o de pensar.

—De verdad no hay problema, Jou... ¿Puedo llamarte así o prefieres tu nombre completo? No te obligaré a hacer algo que no quieres.

Caminó por la habitación, ignorando el anterior gesto del muchacho, hasta la cómoda que estaba allí. Abrió el segundo cajón y sacó un pijama de algodón. Un pantalón y una polera manga larga, con algunos botones en el centro. Se giró y dejó el pijama al lado de Jounochi.

—Yo bajaré a fumar. Cuando estés listo, si quieres, puedes bajar también.

Salió de la habitación y bajó las escaleras lentamente. No le agradaba mucho conversar con alguien cuando estaba así de irritado, por eso se iba a fumar. No quería partir con el pie izquierdo lo que fuera que iba a tener con el otro muchacho y de verdad que trataría de controlarse, pero por el momento sólo fumaría.

Llegó a la sala y tomó la caja de cigarros que estaba sobre la mesa. Sacó uno, lo encendió para luego darle una profunda calada y dejó salir el aire con algo de hastío.

—Trato de ser amable y me mandan a la mierda... ¿Qué es lo que quiere? ¿Que sea tiránico?

Se giró cuando escuchó a Jounochi hablar. Ya no tenía el ceño fruncido, pero seguía un poco irritado. No estaba acostumbrado a que le hablaran así, a que se burlaran así de él. Iba a dejar de preocuparse por ese tema, cuando se fuera a la cama lo volvería a tratar, era lo mejor.

Escuchó la pregunta y vio el gesto, por lo que se acercó a su caja de cigarros y se la extendió al muchacho. No era malo tener alguien con quien fumar, pero no era algo que iba a decir en voz alta.

—Si son muy fuertes, después me dices cuáles fumas y salimos a comprar.

No estaba siendo desagradable, pero sí estaba un poco parco en el tono de su voz. Cuando lo vio en la corporación pensó que sería divertido tener a alguien distinto a él y que lo desafiara constantemente, pero no imaginó que se sentiría de esa manera cuando le dijera que no a algo. No es que fuera un niño mimado, pero muy pocas veces había recibido un no y eso lo desconcertaba. Se suponía que los esclavos tenían que obedecer a la persona que los había comprado; claro, Talos no esperaba obediencia absoluta, pero tampoco esperaba tener ése tipo de relación con su primer esclavo. A lo mejor su padre tenía razón y él no estaba hecho para mandar a alguien más.

Bufó y le dio una nueva calada al cigarro que tenía entre sus dedos. Ahora no sabía qué decir.

—No quiero llevarme mal contigo, Jounochi. De verdad que no lo quiero.

Observaba con curiosidad cada movimiento del muchacho. Parecía estar examinando la casa, decidiendo si era un buen lugar o algo así. Talos no tenía problemas con que lo hiciera, después de todo ahora vivirían juntos. Lo que le molestaba era que lo encasillaran en estereotipos que no le correspondían. Sabía que estaba lejos de ser como los pervertidos que querían follar todo el día. Claro, a él también le gustaba follar y eso, pero también sabía cuándo, dónde y con quién. No le quitaba los pantalones al primer hombre que veía, prefería sentirse deseado y que éstos le pidieran que se los follara antes de hacer cualquier cosa.

—Bastante injusto diría yo. Mira, no sé qué mierda has visto o con qué clase de pervertido has conversado, pero yo no soy así. Te lo dije y siempre cumplo mi palabra.

No le sorprendió escuchar eso de que estuvo a punto de escaparse apenas lo compró. Seguía pensando que él hubiese hecho exactamente lo mismo de estar en la situación de Jounochi, así que no podía juzgarlo.

Miró la mano del muchacho fijamente y extendió la suya para tomarla. El tacto fue gentil, pero firme. Sus manos eran algo ásperas por trabajar tanto con el violín, pero no iba a molestarse por algo como eso, así como esperaba que a Jounochi tampoco le molestara.

—No te echaré y ya te dije que no eres un perro. Un comentario más de ese estilo y te compraré una correa para que realmente prediques las cosas que piensas de ti mismo.

Consciente de que podía rechazarlo y mandarlo nuevamente a la mierda, subió su mano lentamente y le acarició la mejilla. No solía tener esa clase de gestos con nadie, ni siquiera con sus padres, pero hacerlos de vez en cuando no era malo para nadie.

—Quiero que tengas claro que nadie te hará daño acá, Jou, mucho menos yo.

((Debo admitir que me gustó el giro que le diste al roleo xD))

Iba a replicar algo, a decirle que por lo general las personas expresaban a modo de bromas las cosas que realmente querían ser y de forma despectiva lo que creía que era, pero se mantuvo en silencio hasta que una ligera carcajada escapó de sus labios.

—Yo diría que ese gruñido no fue de un lobo, sino más bien de un oso hambriento.

Lo tomó de la mano y lo llevó hasta la cocina. Una vez allí le indicó que se sentara en una de las sillas y luego se giró para empezar a cocinar. Le gustaba cocinar. Le gustaba la sensación y el poder que conllevaba crear algo con sus manos; además de experimentar con sabores y texturas claro está.

Abrió el refrigerador y sacó unas cuantas verduras y un trozo de pollo. Lo lamentaba por Jounochi, pero Talos no comía carnes rojas, no le gustaban. Cuando tuvo todo lo que necesitaba sobre un mesón de la cocina comenzó a tatarear una canción y se olvidó que alguien más estaba con él. Salía sumergirse así cuando hacía algo que le gustaba, era como si se ausentara de la realidad que lo rodeaba.

Picaba y ponía sobre una sartén los ingredientes sin dejar de tararear y moviendo la cabeza ritmicamente. Tomó una botella de vino del bar y vertió un poco en la mezcla. El sabor que le daba era agradable y bueno para el paladar, por eso lo usaba.

Haría arroz para acompañar, el puré se demoraba demasiado.

—¿Dónde demonios dejé el arroz?

Se encaminó hacia la despensa y se agachó para buscar el condenado arroz. Una sonrisa triunfal apareció en sus labios cuando después de unos minutos de búsqueda lo encontró entre medio de los fideos.

Preparó el dichoso arroz y dejó que todo se terminara de cocer mientras se dirigía a uno de los cajones y sacaba un cigarro. Lo encendió y le dio una calada soltando un pequeño jadeo de placer. Amaba fumar.

((Lamento dejarte el rol así de complejo, pero no se me ocurrió qué más escribir, Y lamento la demora xD))

Se giró cuando escuchó a Jounochi hablar y le sonrió levemente. Cocinar era, para Talos, un arte, pero él todavía no era un gran artista en ese aspecto. Le gustaba cocinar, pero rara vez había cocinado para alguien que no fuera él o sus padres y por eso era extraño que alguien le hablara. Las conversaciones que tenía con sus padres eran de esas estrictamente necesarias y más informativas que otra cosa, entonces ¿cómo saber qué decir o cómo relacionarse con Jounochi? Carraspeó un par de veces y se llevó la mano a la nuca mientras sentía un leve calorcillo en sus mejillas.

—Mmm, sí, ya ves...

No, definitivamente lo suyo no era hablar. Además, tenía otras cosas en mente, unas mucho más placenteras y poco inocentes. Sabía que había prometido no hacer nad hasta que Jounochi se lo pidiera, pero la tentación que ejercían esos labios en Talos era demasiado fuerte para ignorarla.

Dejó el arroz cocinándose y caminó lentamente hasta el muchacho. Seguramente lo golpearía, pero el golpe valdría la pena. Cuando estuvo a unos pocos pasos de distancia, llevó sus manos a la nuca de Jounochi y lo atrajo hacia sí. Se apoderó de esos labios rápidamente, antes de que el otro tuviese tiempo de pensar o de protestar.

La había cagado. Desde el mismo momento que pasó por su mente besar a Jounochi, supo que las cosas no saldrían como él esperaba. Era lógico. El muchacho demostraba estar incómodo con toda manifestación física y un beso claramente entraba en esa categoría. ¿Qué estaba pensando? La verdad es que no pensó. Vio los tentadores labios del muchacho y todo pensamiento coherente se esfumó de su mente. Se había sentido bien, demasiado bien, besando a Jounochi. sus labios eran suaves y todo en él indicaba una inocencia que comenzaba a cautivar a Talos. Quería cumplir su palabra y no hacer nada que el otro no quisiera, pero era difícil contenerse, como había dejado claro sólo unos segundos atrás.

Lo dejó ir sin decirle nada. Se giró y siguió cocinando. Seguramente Jounochi no querría verlo, así que dejaría todo preparado y se iría a su habitación, así no sentiría la tentación de besarlo de nuevo. Apagó todo lo que estaba cociéndose y se acercó a uno de los muebles del lugar para buscar un plato. Una vez que lo encontró sirvió todo y lo dejó sobre la mesa que estaba allí. Se dirigió al refrigerador y sacó una botella con bebida... Y también una botella de agua, no sabía cuáles eran los gustos de Jounochi, así que mejor era ser precavido.

Lo esperaría y le avisaría que estaría en su habitación. La idea tampoco era hacer sentir culpable al muchacho por algo que era exclusivamente culpa de él. Encendió otro cigarro y esperó. No se disculparía, pero sí demostraría su arrepentimiento, era lo máximo que podía hacer.

Se giró lentamente cuando escuchó que Jounochi lo llamaba y se le quedó mirando fijamente. No sabía qué decirle, cómo disculparse. Jamás se había disculpado con nadie y las palabras se atoraban en su garganta. Después de esto no le pediría que durmieran juntos, no le importaba tener otra noche de insomnio si con eso conseguía que las cosas fueran más o menos normales entre ellos. ¿Por qué tenía que ser tan impulsivo? Cada vez que se dejaba dominar por sus impulsos terminaba metiéndose en algún lío o cagándola de alguna manera, como en ese momento.

Frunció el ceño cuando Jounochi habló así de incoherente. Le iba a decir que no se preocupara, que él lo dejaría tranquilo y que no tenían que dormir juntos, pero el agarre en su muñeca lo silenció por completo. ¿Acaso no se había molestado con él? ¿No se sentía incómodo en su presencia? Si Talos estuviese en el lugar de Jounochi, ni siquiera se acercaría a la persona que había invadido así su espacio. Pero al parecer el muchacho no era nada de lo que había esperado.

No, no iba a permitir que hiciera cosas sólo porque "se lo debía", él no quería eso. Se detuvo cuando faltaban unos pasos para llegar a su habitación y tiró suavemente del muchacho para llamar su atención.

—... Mmm, la-lamento haberte besado. No quiero pasar a llevar las cosas que te dije en la Corporación, pero te veías tan tentador que no me aguanté. No lo volveré a hacer y comprendo que no quieras dormir conmigo hoy, no te obligaré a ello, así que si quieres cenar en tu habitación no hay problema.

Se soltó del agarre y dándole una ligera inclinación se dirigió a su habitación. Si no iba a dormir en toda la noche, tendría que buscar algo que hacer o se volvería loco y no sería capaz de controlarse.

((No te preocupes, leí la ficha y sé por qué reacciona así.))

¿Por qué tenían que pasarle cosas así a él? No era una mala persona, por lo meno no demasiado. ¿No sabía Jounochi lo difícil que le resultaría a Talos dormir al lado de él y no hacer absolutamente nada? Ya había probado sus labios y eran deliciosos, le encantaría probar el resto, pero por las putas promesas que hizo no podría hacerlo. No debía prometer cosas que no sabía si podía cumplir... Claro, la opción era fácil: olvidar la promesa y poseer a su esclavo, ya que éste le pertenecía. Pero Talos no era así, sólo en contadas ocasiones y con gente que realmente se lo mereciera. Además, no le gustaba que los demás le tuvieran miedo, sólo un poco de recelo. Maldita fuera su suerte.

Se sorprendió cuando escuchó aquel afectuoso apodo. Nadie lo había llamado así en su vida, ni siquiera sus padres y era agradable. Y lamentablemente eso se sumaba a la lista de motivos por los que debía cumplir lo que había prometido. No dormiría, eso lo tenía claro. Si lo hacía corría el riesgo de querer abrazar a Jounochi y ahí sí que no se detendría por nada del mundo. Lo mejor sería esperar a que se durmiese e ir al estudio a tratar de componer algo. La música siempre lo calmaba cuando la impulsividad amenazaba con tomar posesión de él. Sí, eso haría. Compondría música.

—No tengo hambre, no te preocupes. Te dije que casi no como. Lo que sí haré será prepararme un café.

Dicho esto se puso de pie y bajó a la cocina. Iba a necesitar café si pasaba toda la noche despierto.

Se preparó un café bastante cargado sin azúcar y subió las escaleras lentamente. No tenía muchas ganas de llegar a su habitación, pero tampoco lo demostraría abiertamente. ¿Por qué le dijo que quería dormir con él? Claro, las pesadillas, pero en ese momento prefería mil veces las pesadillas a tener que dormir al lado de alguien que lo tentaba y no podía tocar.

Se asomó por la puerta y vio que Jounochi estaba curioseando en su habitación. No se lo había prohibido, en lo absoluto. Además tampoco tenía cosas que ocultar... Quizás la marihuana que tenía en el cajón de ropa interior, pero no podía decirle nada ya que sólo consumía de vez en cuando y no incitaba a nadie a hacerlo con él. Bebió un sorbo de café y maldijo bruscamente al quemarse la lengua. Siempre se le olvidaba que se servía el café hirviendo y siempre se quemaba.

Ahora que sabía que su presencia no pasaría desapercibida entró y se sentó en la cama dejando la taza sobre la mesa que estaba al lado de la cama. Sacó la lengua y se la tocó con los dedos maldiciendo nuevamente.

—Joder...

No solía ser tan torpe frente a los demás, eso era algo que sólo se permitía cuando estaba solo. Por eso se desconcertaba un poco en su manera de proceder, quizás se estaba ablandando o quizás no le importaba.

Tomó la botella de agua entre sus manos y él mismo se la acercó a los labios. Prefería evitar todo tipo de contacto físico entre ambos, así no se tentaba y no la cagaba de nuevo. Bebió un sorbo y movió la lengua, aún con el líquido dentro, para generar una especie de alivio. Se enderezó y se sentó un poco más alejado de Jounochi. Estaba determinado a cumplir su palabra y para eso debía tomar todas las precauciones posibles.

Suspiró y bebió otro sorbo más. Después dejó la botella sobre la mesita y volvió a tomar la taza con café. Sopló y lo probó lentamente, sabiendo que se veía como un tonto. Tomó un largo sorbo e ignoró la quemazón de su garganta. No volvería a mostrarse débil frente a Jounochi, no si podía evitarlo.

—¿Encontraste algo interesante mientras curioseabas en mi habitación?

No le molestaba y su tono de voz así lo demostraba, pero necesitaba conversar de algo con él o comenzaría a mirar su boca nuevamente y todo se iría a la mierda. Carraspeó un par de veces y volvió a beber café. Ya no quemaba, lo cual era agradable. No miraba al muchacho a los ojos, ¿para qué? Debía evitar las tentaciones a toda costa y mirarlo era sin duda alguna una tentación.

(Me salió demasiado corto, lo siento)