Caminata (libre)

Heimdall era muy afortunado. Su amo le daba mucha libertad siempre y cuando él cumpliera con su trabajo.
Haciéndo uso de la misma, una tarde se dispuso a salir. Quería conocer esa enorme ciudad donde vivía, pues desde que había abandonado la corporación Hanori no había tenido oportunidad de pasear.
Fue así que terminó en una plaza. Era muy bonita: los rayos del sol que acompañaban a ese bello día le daban luz a un predio muy agradable a la vista, con plantas y flores por todos lados, un arenero para los más chicos y varios bancos para sentars a disfrutar la estadía.
Se encontraba absorto en aquella vista: los niños juando, gente paseando a sus animales. Todo el mundo se veía muy feliz.
Repentinamente, ante un descuido y un traspié, Heimdall se tropezó y calló al suelo con sus rodillas y sus manos. El golpe le dolió un poco pero no era nada grave. Se disponía a levantarse cuando alguien más le extendió la mano para ayudarle...

Y para que negarlo? Alistar le había tomado cariño a los "paseítos" por la plaza, aunque esos paseítos consistieran en andar solo unos minutos hasta cruzar la calle y tomar un taxi a su mansión, aunque justo en ese momento no se encontrara en la misma situación de la vez anterior, no iba ataviado como universitario ni andaba de “juerga”, esta vez si portaba su maletín y su traje de siempre, con la corbata que le cortaba la respiración y el saco que no le dejaba alzar por completo los brazos, cansado y estresado, había tenido algunos problemas en la oficina de los cuales no se quería ni acordar, no entendía por que era tan difícil para alguien acatar una orden; suspiró mirando al cielo, paciencia dios, envejecería rápido el trabajo terminaría por matarle, pero no tenía nada más en la vida que su buffet así que nada le podía hacer, mientras, aprovecharía sus quince minutos de paseo que se concedió en el almuerzo, realmente le estaba preocupando ese "cariñito" que le estaba tomando a la libertad, a la verdadera libertad, porque él era un esclavo, un esclavo del trabajo y aunque jamás se había quejado sabía que llegaría el día en que le pesaría; pero prefiriendo no pensar en eso, siguió caminando, mirando a la gente pasar, con Nightwish de banda sonora cortesía de el i-pod que llevaba en el bolsillo, su concepto de “paz” era perfecto… Perfecto hasta que vió a un chico tropezar y caer aparatosamente al suelo, no estaba muy lejos de este así que acortó rápidamente el espacio que los separaba, inclinándose frente a él para tenderle la mano al muchacho con el fin de ayudarle a levantarse; la brisa fresca le removió algunos mechones que terminaron por molestarle un poco en la cara, con la otra mano se pasó uno de los mas largo tras la oreja derecha mientras ayudaba a incorporar al chico mirándole un segundo de pies a cabeza, estudiándolo un poco, notando su extraño pero lindo cabello púrpura y los preciosos ojos rojizos que se gastaba, en realidad parecía un niño a sus ojos, aunque en ese momento le preocupaba mas el estado del menor que su edad.-Estás bien?.- le preguntó en un tono significativamente angustiado, si era necesario llamaba una ambulancia aunque no parecía para tanto solo que él estaba acostumbrado a que por cualquier cosa, así le picara un zancudo, la gente llamaba corriendo al médico y con este niño no dudaría en hacer lo mismo, que aunque no le agradaban los infantes tenía una pequeña debilidad hacia ellos, ya siempre pensó en cuán distinta sería su vida si no fuera hijo único..

Tomó la mano del desconocido y se incorporó algo torpe para luego limpiarse sus ropas con ambas manos.
- Uy... que torpe soy, jeje - reía nervioso, algo avergonzado por su torpeza - estoy bien, qué amable al ayudarme, muchas gracias - aprovechó para examinar con la vista a quien le había ayudado. Era un muchacho físicamente envidiable, tenía un cuerpo esbelto y su cara parecía tallada por los mismos ángeles. Sus cabellos rubios, aparentemente suaves y finos hondeaban por la brisa y los rayos del sol rebotaban en aquellos lindos ojos que componían una mirada desbordada de estres. Supuso Heimdall que se debía a asuntos laborales, pues el mayor vestía muy formal como para solo andar paseando por la plaza y además cargaba un maletín.
- Mi nombre es Heimdall, es un placer - le dijo amablemente agachando la cabeza en señal de respeto.

Alistar negó con la cabeza suavemente.-No eres torpe todos tendemos a tropezar alguna vez y no me des las gracias, mínimo debía ayudarte estando tan cerca, pero pregunto, te has hecho daño?.-volvió a insistir, el chico le había dado una respuesta tácita de su bienestar pero el quería oír el "estoy bien" o no viviría tranquilo, en ese momento algo más le distrajo de su preocupación, por un instante se había sentido "examinado" y de cierto modo le incomodaba pero no le disgustaba, miró hacia un costado por inercia hasta que escuchó hablar al muchacho de nuevo, notando un gesto que sí le había molestado...

El chiquillo "desbordaba esclavitud", su tono al presentarse, la formalidad con la que lo hacía, pero sobretodo, la manera en que agachó la cabeza ante él se lo comprobó y si había algo que sacara de quicio a Alistar eran los esclavos, no por considerarlos una raza inferior o algo, todo lo contrario, para el joven abogado eran tan personas como él y no entendía porqué comportarse como inferiores ante los "libres" o someterse a su yugo; por un segundo le devolvió al chico una mirada de rabia, pero respiró profundo y dado que el muchacho era de baja estatura se inclinó un poco para tomarle la mano y estrecharla cariñosamente con una sonrisa dulce en los labios y un gesto que obligaba al niño a levantar la cabeza, quisiera o no.- Mi nombre es Alistar y el placer es todo mío Heimdall.-dijo con cortesía, haciendo uso de sus galantes modales, su teoría de la esclavitud del chico no estaba comprobada así que no haría comentarios al respecto, si mas adelante se confirmaban ya tomaría el asunto personal.- Y que haces por aquí? Digo si se puede saber claro está .-preguntó buscando averiguar un poco mas de su agradable interlocutor...

Pudo notar en el mayor una mirada que denotaba disconformidad, probablemente hacia el trato que Heimdall le brindaba, lo cual apenó un poco al pelipúrpura. Sin embargo su teoría era insierta así que mantendría sus modos formales como le habían enseñado.
- Si, estoy bien, gracias, señor - ni bien terminó la frase el mayor se agachó para estrecharle la mano y esto dejó pasmado al niño, pues si bien su amo lo trata muy bien, aún no está acostumbrado a la cortecía de los demás. Alistar -así se presentó él - se mostraba amable y muy cordial. Gesto que el niño aprecia mucho ya que en esto contrasta totalmente con el desagradable trato que recibía en la corporación.
- Qué hago aquí? bueno, fuera del horario laboral mi amo me da libertad para hacer lo que yo quiera y... pues... no llevo mucho tiempo fuera de la corporación donde me crearon, así que decidí salir a recorrer un poco la ciudad - procuró mensionar a su amo para darle a conocer a Alistar el status social de con quien estaba hablando, y así evaluar su reacción.

Alistar sintió una puntada en el estómago bastante desagradable, no se equivocaba y quizá eso fué lo que mas le aterró alguien como ese niño no merecía que le privaran de su libertad, ninguna persona puede ejercer ese tipo de control sobre otra, ni siquiera él que era catalogado como un "mandón" era capaz de adueñarse de la libertad de alguien, todos lo seres humanos, creados o no, desde el momento en que abren los ojos tienen derecho a su libertad, un mal sabor se le posó en la boca y no pudo evitar que los apellidos se le revolvieran y la sangre le hirviera, era..Sencillamente...despreciable.. Y en esos momentos era en los cuales le daban ganas de decir una retahíla de barbaridades y mandar todo a al demonios para volverse a encerrar en su mundo perfecto de papeles, porque los papeles no eran injustos, no bajo su techo pero lo realmente importante era que demonios le iba a decir a Heimdall...

-Oh es genial, necesitas un guía? yo estoy disponible!; Alistar D'Afalivenne a tu servicio pequeño.-el abogado le dió la sonrisa mas dulce que le salió e hizo una reverencia frente a él al ofrecerle sus servicios de guía por la ciudad, aunque este no conociera ni la mitad, cierto nunca salía pero podía explorar el "mundo" sin estar del todo solo, además de que la ira se le había bajado al contemplar la posibilidad de que el "amo" de Heimdall no era como otros a los que le provocaba refundir en la cárcel.- Sería un placer mostrarte la ciudad Heimdall.- volvió a hablar recobrando la compostura...

Le resultó algo paradójica la reacción de Alistar. Era la primera vez que alguien le hacía reverencia y le ofrecía servicios, siendo él el esclavo.
- Wow... - dijo algo asombrado - etto... le agradezco mucho, en verdad es usted muy amable, señor Alistar. Será un honor para mí si me acompaña. Aunque debería de ser yo quien le ofreciese sevicios y le reverenciara, jeje... - rió algo bromista, si bien aún anonadado por aquel acto poco usual hacia con su persona.
- ...además, aún no conosco a mucha gente. Y encontrarme con personas como usted me da mucha alegría. - le decía sin mirarle a los ojos, algo intimidado por la presensia del rubio, mientras caminaban por la plaza a paso lento, bajo el amparo de la sombra que les proporcionaban los árboles que se mecían levemente a causa de aquella agradable brisa que acariciaba sus hojas.

El rubio siguió al pequeño en silencio comenzando a experimentar que se sentía estar en una compañía realmente agradable y así con tranquilidad caminaba por la plaza tomando el nudo de la corbata y aflojándolo mas o menos hasta el pecho, a la altura del corazón, para desabotonarse los dos primeros botones de la camisa y por fin respirar, así mismo se quitó el saco llevándolo en las misma mano que el maletín, ahora parecía un completo mamarracho, de esos fracasados a los que el esposo los deja y los botan del trabajo que vagaban por las calles de la ciudad buscando que los atropelle un tren, que le diría su tío si lo viera?! pero es que estaba cansado, estresado y lo que menos quería era pensar en mantener el porte, solo quería dar un paseo, era pecado?...

-No me digas señor, no soy tan viejo.-bromeó haciéndose el ofendido, aunque en el fondo realmente odiaba que le dijeran "Señor" o por lo menos que le llamaran así las personas que le agradaban.-Solo llámame Alistar vale?.-sonrió de nuevo refiriéndose al chico, demasiadas sonrisas para un día!!!.- Y tu no tienes por qué ofrecerme servicios, lo hago porque quiero, aunque supongo que no es un gran consuelo que tu guía no conozca ni la mitad de la ciudad.-dijo un tanto apenado y es que, “Tremendo guía” y que se notara el sarcasmo, Alistar no salía ni a la panadería que quedaba al lado del buffet solo dejaba su oficina para ir a dormir (cuando lo hacía) en su casa o para alguna reunión o cena importante, a él que le preguntara donde quedaban los tribunales, pero de parques, plazas y centros comerciales sabía menos que nada y ni que hablar de conocer gente, gente? Que era eso?, ok no tan exagerado pero es que el rubio de verdad estaba tan perdido como el chiquillo o incluso más…

- De acuerdo, Alistar. Así lo llamare... es un bonito nombre - Heimdall lo observaba y no podía evitar percatarse que, por mucho que el mayor disimulara mediante sonrisas, no se encontraba muy bien anímicamente. Se lo notaba exhausto, totalmente agotado por un modo de vida agobiante. El menor no tenía idea de a qué se dedicaba Alistar, qué hacía pasara ganarse la vida, pero de seguro que fuera lo que fuese lo traía muy atareado y ocupado, hasta tal punto de buscar cualquier pretexto para salir de auqel mundo, ya fuera el dar un paseo por la plaza, o ayudar a un esclavo torpe que se tropezó.
Cuando el rubio giró su cara para mirarle a Heimdall, este volvió a clavar su vista en el suelo a causa de la intimidación.
- No importa que no conozca ni me dia ciudad - levantó levemente la mirada para dedicarle una agradable sonrisa, aunque luego regreso su vista al suelo - su comañía es agradable y con eso me basta... Perdone mi atreviiento Alistar pero... lo noto algo agobiado, a qué se didecia? usted no es un esclavo, verdad?

-Gracias.- el rubio no puedo evitar revolverle los cabellos al pequeño en un gesto tierno y cariñoso.- tu nombre también es precioso pequeño.-le dijo con sinceridad sin parar su tranquilo andar, no pudiendo evitar reír a carcajadas cuando oyó lo segundo dicho por Heimdall.- Créeme cuando me estreso no soy una compañía nada agradable, y perderme o mejor dicho, perderme contigo en la ciudad me pondría de muy mal humor, no quisiera que te pasara algo, se supondría que como buen guía debo cuidarte y perdernos no esta dentro de ese concepto.- espetó medio en broma medio en serio y es que de verdad le preocupaba la seguridad del menor así que capaz y terminaba contratando un guía de verdad, algo le decía que esa tarde no regresaba a la oficina, hecho que le tenía preocupado…


Aunque a su cargo estaban personas realmente competentes no se fiaba de ninguno, ya que le preguntaban hasta de que color era el cielo y si Alistar decía que era amarillo, amarillo era, claro que por un lado le hacia sentir bien pero por otro le molestaba de sobremanera que vinieran a interrumpirle por idioteces solo porque no estaban seguros de cómo proceder ante las cosas, o mejor dicho, sabiendo pero con miedo a…, pensándolo bien iba a contratar a alguien que les diera algún taller de capacitación o algo que les ayudara a recobrar la confianza en ellos mismos, para que buscaran al jefe solo cuando la situación realmente lo ameritara; alzó la vista al cielo, realmente en esos momentos de lo ultimo que quería hablar era de trabajo y sin embargo ahí estaba la pregunta que sabía, no tardaría en llegar.-No te disculpes es natural que sientas curiosidad, No, no soy esclavo, soy abogado.-se limitó a decir sin querer darle mucha importancia al asunto ni tampoco querer ahondar en él.- Y cuéntame que quieres hacer el día de hoy??

Heimdal se asombró ante aquella pregunta. Las espectativas en cuanto a ese paseo solo eran conocer un poco más la ciudad sin alejarse demaciado del prostíbulo donde trabajaba, para no perderse. Pero ahora que tenía compañía su panorama había cambiado.
Ahora solo quería pasar tiempo con esa persona a quien acababa de conocer. Lo sentía amigable y eso le agradaba. No muy a menudo era tratado con amabilidad, salvo por su amo. Y tal vez esta sería la oportunidad de entablar una nueva amistad.
- No lo sé, Alistar, pero... estamos a mitad de jornada laboral, no quiciera importunarlo - le dijo con un dejo de preocupación.

-Estas en medio de una jornada laboral??.-preguntó agarrándose del "estamos" usado por el pequeño. Él era su propio jefe y por una vez en su vida usaba eso a su favor, nadie le tenía que decir a qué hora volver, estaba completamente seguro de que en la oficina festejarían que tomara un descanso, bueno quizá, por otro lado creerían que lo secuestraron ya que jamás, en toda su vida, había hecho algo así, eso de “escaparse” a media jornada no iba con su personalidad, igual si era muy urgente siempre quedaba el móvil, en ese momento solo le importaba pasar bien lo que restaba de tarde.- Yo ya lo dije, estoy a tu servicio, así que tus deseos son órdenes, si tienes en mente algún lugar en especial, que se yo, donde haya un clima montañoso o algo, solo dilo e intentare llevarte a ese lugar sino igual, por lo menos parecido.-sonrió sincero.- claro que si tienes que trabajar….-dejo la frase incompleta con algo de congoja, pero era cierto, si el chico tenía que trabajar él no podía pedirle que fuera con él, trabajo era trabajo, aún mas en condición de esclavo…

-No, no tengo que trabajar – se apresuró a decir – mi trabajo no empieza hasta la noche. Y bueno, ya que insiste… - pensó durante unos segundos – a decir verdad no conozco mucho la ciudad, no puedo elegir a dónde ir porque no tengo en mente ninguna opción ya que no estoy en conocimiento de las mismas, jeje, por qué no decide usted? Después de todo, aunque no conozca ni media ciudad debe haber un lugar el cual me recomendaría conocer. – Hablaba muy despreocupado, tenía tiempo de sobra para pasar la tarde con Alistar y la verdad que se sentía algo emocionado al respecto.