¿Encerrado nuevamente?

Lo habían dejado en un cuarto cualquiera, del que no conocía el aroma, tampoco los sonidos. Su cuerpo pegado al suelo se movía lentamente tratando de memorizar cada uno de los vértices de aquel cuarto mientras su nariz se arrastraba por el suelo sin mayor dato que un piso a medias limpio pudiese entregar.

- Uhm.... - su voz se escuchó como suspiro mientras resoplaba sus claros mechones de cabello. Los dedos recorrían rápidos y ágiles la fría superficie mientras buscaba una salida.

Sin darse cuenta, había llegadoa Hanori, ¿qué dirían si lo veían por allá?

Estaba pegado al suelo como si de una alimaña se tratara, retrocedió cuando escuchó tanto ruido y aromas mezclados, no le gustaba el aroma a laboratorio, sabía que lo atarían para volver a experirmentar nuevas sustancias en su cuerpo. Como había nacido "fallado" lo usaban como rata de laboratorio, inyectando múltiples sustancias en su cuerpo y ver las reacciones que provocaban en él, lo que ya lo tenía algo paranoico.

Gruñó retrocediendo, mostrando los pequeños y blancos dientes mientras su cabello cubría las cintas de cuero que cubrían sus ojos ciegos - No te acerques... -

Estaba pegado a la pared, en una esquina, sin salida que pudiese encontrar a pesar de tener una puerta muy cerca suyo.

Sacudió enérgicamente la cabeza pegándose aún más a la pared mientras sus brazos temblaban y sus uñas se clavaban en el suelo - No... - sus labios temblaban al igual que su mentón.

Pronto su rostro se inclinó y su mentón tocó suelo, con sus manos cubría su cabeza, como lo hacen los perros castigados. Parecía una bolita en el suelo, aterrado de que lo volvieran a encadenar para enterrar agujas en su piel y lo llenaran de fármacos que lo hacían perder la consciencia por días completos.

- Oye... - Tendió una mano hacia él. Podía palparse el dolor del albino en el aire. Se podía respirar de él.

Suspiró largamente y sin esperar a más, caminó firmemente hacia aquella pálida bolita cubierta por prendas negras que temblaba en el suelo.

Un par de zancadas fueron suficientes para llegar a la altura del otro puesto que la habitación, aparte de poco iluminada, tampoco se ganaría el premio en grande.

Esa mano que antes había tendido en dirección al menor se apoyó sobre su cabeza, con cuidado. Sabía que aquel chico no era "normal", por lo que sus gestos se tornaron lentos y fáciles de percibir.

Movió la mano por encima de aquel cabello, con cierta ternura que ni el mimo sabía de dónde la sacaba.

- En este cuarto no te harán nada. - Firme y contundente, así sonó su voz.

Su corazón palpitaba tan a prisa que podía notarse como el pecho se mecía con violencia, como si el músculo tratara de salírsele por la boca con cada jadeo nervioso que brotaba de sus labios.

Al sentir aquella mano surcar sus claras hebras, su cuerpo se paralizó provocándole inmenso dolor, como si el corazón se le exprimiera, apretó los ojos bajo la venda y de la nada su carácter cambió.

No hay nada más peligroso que un animal asustado y Hund pensaba estar en peligro, sus movimientos se hicieron un tanto agresivos, tanto que con un movimiento rápido de su cabeza cogió la mano del otro mordiéndolo con fuerza, sacudiéndolo enérgicamente para que no se le acercara más.

Gruñó y lo soltó, para con un salto alejarse unos cuantos pasos siempre manteniendo el cuerpo a raz de piso para atacar nuevamente si hacía falta.

Su nariz se movía a penas, mientras sus manos rasgaban el suelo, casi que sus uñas se descascaraban con tanto arañazo que daba. nervioso permanecía con la cabeza inclinada cuando sintió un aroma que lo deshacía: sangre.

Avanzó lentamente en dirección a aquella deliciosa esencia y acercó la nariz a la mano mordida para comprobar el aroma que era y luego su lengua se paseó lentamente por la herida recogiendo los remanentes de rojo liquido que surcaba la piel ajena.

Sus mejillas se tornaron coloreadas cuando su paladar se sirvió del tinte carmín, comenzaba a calmarse pues el chico hablaba tranquilamente, dándole confianza que aún no sabía si era bueno recibir.

Su sangre estaba deliciosa, si algo le agradaba al muchacho era el sabor de la sangre que brotaba de los humanos, tal vez los experimentos habían hecho mella en él más de lo que esperaban, pues lo habían convertido en adicto al líquido rojo.

Al escuchar la voz del chico alzó el rostro con sus labios temblorosos y un tanto manchados en el rojo elixir. Posó ambas manos en el suelo y se impulsó hasta que sus labios rozaron el rostro adyacente para que su boca resbalara por la piel de Jasper.

- Un accidente? - susurró cuando su boca alcanzó al lóbulo del otro.

Retrocedió rápidamente en el suelo, aún no tenía la confianza para levantarse, menos aún porque no sabía si tenía muebles la habitación, podría resbalar o chocar con algo, era mucho más seguro el suelo, donde los aromas se concentraban y él podía deambular más a gusto.

La voz del otro parecía trueno ante sus oídos, escuchaba bien, muy bien para su gusto, podía escuchar a los hombres que hablaban afuera sobre el chico, sobre los planes que tenían para él y acerca del esclavo que se había escapado de Rozen.

Parecía que el chico pronto lo delataría, era mejor mantenerse tranquilo antes de que vinieran por él, así no lo pasaría tan mal, no obstante, aquel aroma metálico lo llamaba irrefrenablemente, haciendo que su lengua recogiera los rastros de sangre de sus labios.

Los hombres se alejaban, sus pizadas eran fuertes, no sabían que el chico podría sentirlos incluso si pisaban a pies descalzos y en puntillas. Desvió su atención hacia el muchacho cuando éste le habló.

- Un lugar de descanso? - pensó, mas no tenía idea de qué era descanso, tal vez era correr en círculos o morderse los brazos cuando le picaban las ataduras o las cadenas que le ponían para pasearlo frente a los usuarios.

Se permitió acomodarse frente al otro mientras su cabeza se movía de acuerdo al movimiento de su mano, seguía el aroma a la sangre que lo mantenía obnubilado.

Escuchó su pregunta a lo que respondió - Me dicen Hund... más no sé si ese es mi nombre señor... - movió nuevamente la cabeza tras la mano que tenía sangre seca.

Un par de pasos atrás dio, al sentir aquellas caricias, sin saber si morderlo nuevamente o esbozar una sonrisa. Ante la interrogante, sólo asintió con un leve movimiento de cabeza mientras el cabello cepillaba suavemente sus mejillas teñidas a penas de carmín.

No sabía qué pensar, el hombre frente a él parecía amable, no obstante, debía ser desconfiado, en cualquier momento podía golpearlo u obligarlo a tener sexo, siendo que aún era "nuevo" para el amo que lo comprara al mejor precio.

- Tengo calor... -

Sus labios permanecían entreabiertos con el rostro apuntando en otra dirección. Sus manos entonces se acercaron a su regazo pues estaba sentado en el suelo.

Los dedos recorrieron aquellas franjas de cuero negro que cubrían sus partes nobles.

Estiró el cuello mientras el cabello acariciaba el rostro a medida que se movía - deme de beber... - su voz sonó casi como súplica.

Quedó pensativo. Las órdenes eran expresas, no desnudarse a no ser que el amo lo pidiese, pero él no pertenecía al viento, pues nadie lo deseaba.

Inclinó la cabeza, qué sucedería si lo veían sin su atuendo? Pero estaba a punto de desmayarse, la calor había sido demasiada, además que las cintas le apretaban, casi cortándole la circulación en ciertas "partes".

Giró su cuerpo dándole la espalda - no alcanzo las hebillas... - su voz sonó algo quejumbrosa, sus labios estaban aún separados y temblorosos, sus mejillas en tonalidades rosas que contrastaban con lo níveo de sus cabellos.

Giró el rostro lentamente para asentir con un leve movimiento, a la vez que las cintas de cuero iban resbalando por sus costados, dejando la pálida piel descubierta ante los ojos del que podía ver.

Entonces, posó ambas palmas en sus rodillas y se levantó de a poco para no perder el equilibrio, las vendas caían por sus caderas descubriendo su frágil humanidad.

Se podían ver algunas marcas de los latigazos que recibía con el fin de mantener la calma cuando lo usaban de conejillo de indias en el laboratorio - Dónde he de depositar mis vestimentas? - ya no llevaba nada puesto, pues no había tomado la prenda que le habían acercado, sólo tenía en las manos las cintas de cuero, con los brazos extendidos hacia el chico frente suyo.

Se inclinó sobre la cama dándole la espalda al chico mientras dejaba las prendas oscuras a los pies de la precaria cama. Las nalgas redondeadas apuntaban hacia Jasper cuando sintió como le trataba de poner algo.

Aquel roce de los dígitos erizó cada uno de los ínfimos vellos que surcaban su piel. Sus mejillas pálidas se tornaron nuevamente rosadas y se dejó caer de costado con el rostro semi cubierto por los mechones platinados - Qué es eso? - tenía la camiseta a medias poner, aún sin cubrir su humanidad por completo, luchaba por encontrar salida para sus brazos, estaba enredado.