Otro trabajito más... (Lenny - Lemon)

¿Por qué siempre le tocaba ir a investigar estos sitios de dudosa reputación, seguridad e higiene? Iba a tener que subir las tarifas de investigación, por los riesgos de salud, en todos los sentidos, que estaba empezando a correr.

Por si fuera poco, nada más entrar en la zona 0, se tuvo que librar de dos tíos que, o estaban muy borrachos, o estaban muy colocados, o tenían ambas cosas. Los logró disuadir de sus intenciones con la ayuda de su pistola reglamentaria. Ay… su pistola ya se estaba volviendo algo indispensable para él. A este paso, pronto se vería durmiendo con el arma bajo la almohada, algo que nunca le había gustado.

En definitiva, la policía se estaba volviendo muy comodona a la hora de dejar los asuntos sucios y turbios hacía su persona. Esta vez le habían encargado que investigara el edificio PCP Centrum. Al parecer, en sus alrededores habían ocurrido una serie de desapariciones, que tenía a la policía mosqueada y perdida, sobre todo porque la gente de esa zona no era muy colaboradora con la gente uniformada y con placa.

¿Y a quien le tocaba, por eso, investigar? A alguien que había dejado la placa y que dependía del dinero de sus clientes, entre ellos la policía, para poder vivir. Es decir, a un servidor.

Bueno, del PCP Centrum ya se enterado un poco de lo que iba, al oírlo de la policía, por lo que la sorpresa le invadió de tal forma que se paró en mitad de la calle cuando sus ojos se posaron en la fachada exterior…

“Por Dios… hiere mi vista y mi sensibilidad” pensó, agradeciendo llevar puestas sus gafas de sol. “Déjame que lo adivine: quien lo pinto estaba tremendamente colocado y decidió que llevaba una vida color de rosa que quería mostrar a todo el mundo”

Decidiendo no entretenerse más con la vistosa fachada cruzó el umbral de esa ¿tienda?, ignorando el flamenco, que hacia juego con la fachada. Otra vez se sorprendió, pero en esta ocasion, de ver lo poco que se parecía el exterior con el interior. Era todo blanco, por lo que no tuvo la necesidad de quitarse las gafas de sol.

Avanzó por la estancia, hacia el mostrador donde descansaba un individuo de curioso aspecto, mirando a su alrededor con cautela. Jin nunca había sido hombre de ciencias, de hecho recordaba haber pensado cuando estudiaba como desactivar bombas y armas químicas en la academia de policía, que lo mejor era cortar todos los cables o rezar para estar en otro lado cuando la cosa se torciera; pero se descubrió pensado que toda la maquinaria que allí se reunia mostraba, sin duda, un uso de dudoso caracter beneficioso para la salud.

-Ejem…- carraspeó, para llamar la atención del dependiente que estaba en el mostrador. Intento adoptar un tono amable e inofensivo. No era tan estúpido como para iniciar una señora pelea en el barrio más peligroso de Zados. –Estoy buscando al dueño de la tienda- le informó. -¿Podría hablar con él?-

Ya la había vuelto a liar, odiaba que le trajeran pacientes terminales, por muy bien que pagasen. Aquel día le habían dejado colgado un "moribundo" frente a la puerta del local con un fajo de billetes encima. Prefirió no preguntar y guardarse el dinero dentro del corsé de cuero que solía llevar, hasta las trancas de jeringuillas, debajo de la ropa. Luego lo había arrastrado de mala manera, dejando al conductor a cargo de la "farmacia" y había operado como había podido, pero al parecer sacar la última bala no había sido una nueva idea, y estaba seguro que la sangre del suelo no saldría y Hayden le echaría la bronca por ser tan descuidado.
Se quitó la mascarilla y la redecilla del pelo con infinito cuidado, manteniendo sus manos alzadas, enguantadas y tan ensangrentadas como el resto del uniforme de cirujano verde, para no mancharse más y fue hacia el local:
-...!Mike...! !Necesito...una...fregona....!...es urgente...-iba diciendo, a medida que se acercaba-...me ha...dejado...la mesa..de operaciones...hecha...un desastre..., coge hielo...y le...sacamos...los órganos...creo...que...podemos...hacer...algo...con el...baz..-paró en seco al ver que el conductor no estaba solo. El conductor le grúñó algo en otro idioma, y e l narco asintió, comprendiendo que tipo de "cliente" era. Lo estudió de arriba a abajo, el cuerpo era bonito y tendría unos cinco o seis litros de sangre, una auténtica pena que no tuviera ojos azules-...yo soy...el..."encargado"...-murmuró con naturalidad, sonriendo levemente, de manera calculadora-...¿qué quieres...exactamente...?...si buscas...Himmel se...nos ha acabado...vuelve mañana...

… ¿Pero que de “negocios” se hacían en ese sitio? Tenía entendido que era La Meca de los yonkis, pero de ahí a que fuera un lugar de contrabando de órganos, había una gran diferencia.

El dueño del local tenía un aspecto que no cuadraba con la imagen preconcebida de los habitantes de ese barrio, que claro, eso si le quitábamos toda esa sangre de encima. Porque la sangre si que era algo normal que circulara por esos barrios. Pero en resumidas cuentas, el dueño, quitando su extraño aspecto, era bastante guapo.

Pero volviendo al meollo del asunto, es que si esa sangre era de alguno de los desaparecidos la había cagado, él por dejar que hubiera victimas, y el dependiente por asesinarlas. Así que, sin dudarlo, optó por la opción que siempre acababa empleando en estos lugares: su pistola. Que tendría ese lugar que cada vez que lo visitaba se veía obligado a sacar, como mínimo, cinco veces su arma.

La sacó del bolsillo del pantalón y apuntó con ella al sospechoso individuo que se hacia llamar encargado de lugar.

-No quiero Himmel, sea lo que sea. Venía a preguntarle sobre una serie de desapariciones que han estado ocurriendo en la zona, pero visto lo visto, me veo obligado a asegurarme de que esa sangre no sea de ninguna de las victimas, señor- añadió lo último con sorna. –Y le ruego por su bien, que no lo sea, o este “negocio” se va a venir abajo- le avisó, entrecerrando los ojos.

-...no me...habías dicho...que era...un poco...idiota...Mike...-pasando totalmente de que el otro lo apuntara con una pistola, miró al conductor con mala cara-...joder...al final...tengo que...hacerlo...yo todo...-con un suspiro y de manera metódica, pulsó un botón de debajo de la tabla de la mesa, y la puerta se cerró a cal y canto, automáticamente-...no más...`pacientes...hoy...Mike y quiero...todo..limpio...y un cartón de...leche... -miró distraido como el otro se apresuraba a cumplir lo ordenado, independientemente de que el narco hubiera hablado en un tono neutro, el conductor sabía percibir las señales de peligro que emitía Lenin antes de empezar a actuar, eran pequeños detalles que se repetían, como el uso reiterativo de una determinada expresión o los ojos brillantes, eran la única posibilidad de saber que es lo que iba a pasar para las personas de su entorno. Y en ese momento estaban muy brillantes.
-..muy...bien..., agente...no "use"...su pistola...aún...-se sentó sobre el mostrador, quitándose los guantes y tirándolos lejos, abriendo las piernas de manera insinuante. Echándose hacia adelante empezó a lamer de manera lasciva el cañón de aquella pistola, mientras lo miraba fijamente a los ojos, en una supuesta actitud sumisa, mientras sus manos calculaban la inyección a coger en cuanto aquel topo se le acercara-...¿al...menos...me esposará...?

... ¿Idiota? ¿Le estaba llamando idiota a un hombre que le estaba apuntando con una pistola?

“No sé quien es el más idiota aquí de los dos” pensó, fulminándolo con la mirada.

Observó, tenso, como el tal Mike se largaba a toda prisa, como si hubiera visto un fantasma, al oír las palabras de su jefe. ¿Pero que estaba pasando allí? ¿Qué planeaba ese individuo?

Miró con obsesiva atención cada uno de sus movimientos, tragando saliva cuando se sentó con esa pose tan sugerente… y que de decir tiene de como se puso cuando lamió de esa manera tan provocadora su pistola. Abrió los ojos como platos y retrocedió dos pasos a toda prisa, volviéndolo apuntar de nuevo.

-Déjese de jueguecitos y cosas raras, no se que esta planeando pero ha de saber que como me ocurra algo, y mi cliente no tenga noticias mías, estará en graves apuros- soltó la bola. Esa mentira solía darle un margen de seguridad con otros pardillos que había tratado. Confiaba que este, al ser un narco, tuviera el cerebro demasiado dañado por las drogas como para tragarse el anzuelo. –Y le pondré las esposas dependiendo de su respuesta, ¿de donde ha salido toda esa sangre?- preguntó, enfadado. ¿Por qué tenía la sensación de que estaba jugando con él?

-...si eres...tan importante...para tus..."jefes"...¿que haces...aquí..tan solito...?-murmuró, siguiendo con aquella actitud provocativa-...¿por...qué..tan tenso...?...sólo...muerdo...un poco...-observó divertido como el otro lo miraba, por su expresión, le estaba encantando el espectáculo-...¿puedo...morder...y lamer...su pistola...de nuevo, agente...? -hizo una buena imitación de la actitud sumisa y empalagosa que soían emplear los nekos de Rozen.
Se encogió de hombros ante la pregunta de la sangre, mirándole con los ojos brillantes y calculadores:
-...¿de...dónde...sale..la sangre,...agente...?...de los cuerpos..., el...suyo...parece...tan frío...¿....quiere...que lo caliente...?..debería...ponerme las...esposas...y emplear...a fondo su...pistola...-dijo ésto último en un erótico susurro, dejando que el moreno se entretuviera viendo el cuerpo, mientras la mente pensaba como quitarle la pistola y hacerle sufrir lo indecible.

“Mierda… por una vez que quiero que las drogas hagan su efecto en la mente de una persona, y este me tiene que salir lúcido” pensó irritado, de ver su mentirijilla al descubierto tan fácilmente.

Apretó los dientes, crispado ante el comportamiento del narcotraficante.

-¡Le he dicho que se deje de jueguecitos!- le ordenó, alterado.¿Es que no se daba cuenta de la situacion en la que estaba? –Como siga así lo único que va a poder lamer con las rejas de su celda, y solo podrá ser sumiso con los guardias de la cárcel, bastardo. ¡Confiese de una vez! ¿Ha matado a alguien? ¿Es usted el causante de las desapariciones?- le replicó, notando que le estaba sacando de sus casillas mas rápidamente de lo que había esperado. Generalmente era más meticuloso y paciente en sus interrogatorios, pero no le extrañaba nada si con este individuo acaba disparando el gatillo de su pistola… total, no seria una gran perdida para la humanidad. Apuntó con cuidado y ¡BAM! El disparo resonó el cuarto… la bala había rozado una mejilla del narcotraficante. –Esa es la única caricia caliente que va a recibir de mi- siseo. –Ahora confiese, eso solo ha sido un aviso-

-...mira...no eres tan...inútil...como pensaba...-murmuró, tocándose la pequeña herida, que escocía como una quemadura-...¿serías...mi guardia...entonces...?...¿me darías...tus...barrotes...duros...?....-susurró lo último con sorna
Encendió un cigarrillo, mirándolo de manera inexpresiva:
-...te han...mandado...sin...tener...ni idea...-afirmó, sin duda en su voz, dando una calada-...¿...fumas..? -le ofreció la arrugada cajetilla-...claaaro...que me..darás...todas...las caricias...que deseé...de hecho, me darás...todo...lo que...quiera..., incluido...tu cuerpo...-sonrió de manera gatuna-...me he...contenido...hasta ver...tus intenciones...pero ya...has perdido la...partida...hace...rato..., y con sólo una...voz...estarás...muerto..., las verjas...están acorazadas...no podrás...salir...a menos...que yo...lo ordene...; si sales...de ésta...deberías...tener cuidado...con lo que...te dicen y lo...que te...ocultan...de..tus...encargos...pero ahora:..la has jodido...y el único...barrote..duro que probarás...será el mío..

¿Por qué tenía que sacarle a todo dobles sentidos y acabar con insinuaciones bastante directas? ¡Se le estaba acabando bien rápido la paciencia!

Aunque se destensó un poco al oír lo que decía… ¿Qué le habían mandado sin tener ni idea?

-¿A que te refieres? ¿Qué me ha ocultado mi cliente?- preguntó, desconfiado. Miro el cigarrillo anhelante… dios sabia que necesitaba calmar sus nervios, y la nicotina siempre le ayudaba, pero ni loco aceptaría el cigarrillo de un narcotraficante, y mas aún, de este narcotraficante. A saber que podía tener aparte de nicotina… prefería seguir con su síndrome de abstinencia y quedarse seguro. –No, gracias…- murmuró por lo bajo, lamentándose de no poder aflojar la presión de su pistola para sacar él mismo un cigarrillo de su bolsillo.

Pero toda relajación previa se fue al garete cuando oyó el resto del discurso del extraño chico.

-¿Crees que por tenerme encerrado y atrapado estoy acabado?- sonrió siniestramente. –Siempre puedo meterte una bala entre ceja y ceja- le aseguró. –Si caigo, tu caes conmigo- susurró, con una leve sonrisa.

Se rió con ganas ante el último comentario del mayor:
-...me da igual..., eso es...lo que...no entendéis...-cruzó las piernas, más castamente y lo miró entretenido-...verás...yo no viviré...más allá de...los treinta...tengo...un tipo de vida..."poco...convencional"... y soy...un milagro...y una pesadilla médica...; al menos...así...moriría..rápido...a tí...te dolería más...-se echó un poco para adelante y susurró-...mi novio...es bastante...sádico....
Soltó otra calada, mirando como el otro miraba de soslayo a su bolsillo:
-...el mono...siempre...es horrible...
Saltó del mueble y se acercó a él despacio e insinuante:
-...te doy...dos opciones..., atento...porque no...durarán...mucho... A:...puedes...explicarme con todos...los...detalles..que quiere...de mí la...policía...en el salón...y salir vivo...de ésta...o B:...hacemos...las cosas a mi...modo...y te torturo...te violo...y te...mato...
Para demostrar que iba totalmente en serio subió el brazo armado dle moreno hacia su sién:
-...de la primera...quizás...los dos...saquemos...algo en claro...y te...dé...un par...de pistas...de por qué...te han enviado...aquí..., de la...segunda...usa tu imaginación...; no soy...paciente...y mi...estado..mental...no es el mejor...así que...cuidado con...lo que eliges..., preferimos...que nos...llamen...psicópatas...

-Ya me dado cuenta que tienes una forma de vida poco convencional...-siseo entre dientes. -Y vamos, que te vengaría tu novio si te matara, ¿no?- se rió entre dientes. -No sé que me sorprende más: que tengas un novio o que creas que con eso me vas a impresionar- suspiró, negando con la cabeza, con una tensa sonrisa.

Retrocedió a medida que se acercaba, para marcar distancias seguras. No quería que ese individuo estuviera muy cerca de él.

Al escuchar las ofertas que le ofrecía no le cabía duda que de al parecer las drogas si habían afectado algo su cerebro.

-¿Crees que voy a ser tan estúpido como para decírtelo? Es más, ¿me crees tan ingenuo como para confiar en tu palabra?- sonrió, incrédulo. -Por favor...- suspiró. -Que no nací ayer...- apartó la pistola de su cabeza y volvió a retroceder a toda prisa.

-...si no..te impresiono...¿por qué..huyes...?- a medida que el otro se alejaba, el narco se iba acercando de manera imperturbable, hasta que se hartó de la situación, y aprovechando la cercanía del cuerpo del mayor con las vallas metálicas, lo empujó, saltando encima suya.
-...es una pena...tan..mono...y...ya te...han ignorado...los...hombres:...¿qué te...hizo..: folló...con tu..mejor...amigo..., te los...puso...bien...puestos..., te...mintió..., pasó de tí...cuando...se dió...cuenta...de que eras...frígido...?...claro...que no tienes...novio...
Aprovechó la cercanía de su cuerpo, para clavar en su brazo una de las jeringuillas.
-...serás...mi cobaya...entonces...quiero que testeés...mi droga..del sexo...- bajó el émbolo con rapidez

-¿Acaso esta mal mantener una distancia de seguridad?- replicó molesto. ¿Él, huir? ¡Ja! Claro que no, era eso: simple seguridad, precaución ante el peligro.

Tragó saliva cuando le saltó encima, bajando la pistola inconcientemente. Y ya se quedo helado cuando el narcotraficante empezó a sacar ese tema que llevaba esquivando años… ¡Maldito fuera por echarle en cara ese tema que detestaba con toda su alma! ¡Por recordarle a Kyo, y como le traicionó!

-Bastardo… eso no te inc- le iba a soltar unas cuantas verdades, cuando sintió como se movía rápidamente y notó un pinchazo en su brazo. Soltó un quejido de sorpresa e irrigación y se quedo pálido al ver lo que era y la explicación que le dio el narcotraficante. -…- le miro furioso. -¡Serás cabrón!-aprovechó la cercanía para pegarle un puñetazo bien dado en la mandíbula, desahogándose de paso por haber sacado el tema de Kyo. Por el puñetazo se lo quito de encima, y rápidamente se apresuró para quitarse la jeringuilla… pero esta ya estaba vacía. –Mierda…- maldijo entre dientes. ¿Cuánto tardaría en hacerle efecto? Ahora si que tenía que largarse de allí. Miró a ambos lados, desesperado. Quizás tienda adentro había alguna puerta trasera… ¡por algún lado se tendrá que haber ido ese tal Mike! Así que tras una última mirada envenenada hacia el dueño del lugar, guardó su pistola en el bolsillo, y se apresuró a entrar tienda adentro, para buscar una dichosa salida a este infierno de día que estaba resultando ser.

-...auch...-murmuró fastidiado, al notar como el otro se largaba, dejándole con la mejilla hinchada, aunque fuera un frígido tenía fuerza.
Se levantó y miró a la puerta que daba hacia el pasillo: teniendo en cuenta que su habitación del piso de arriba tenía candado, al único lugar que podía ir era a la "sala de los diplomas" y si al conductor le había dado por limpiar, siguiendo sus instrucciones, estaría cerrada, y la única forma posible de salir era el sótano, cerrado con cadenas y cinco candados.
-...quiero...el cartón de...leche...ya...-murmuró, aburrido, esperando que el otro se hartara de dar vueltas y volviese sin quedarle otro remedio.
No acababa de entender porque iban a molestarlo a su casa para luego intentar huir. Primero le atacaban en su territorio y luego se extrañaban.
-...soy...un incomprendido...

-¡Mierda!- golpeó la puerta cerrada que se alzaba ante él, con los puños temblando de la rabia, jadeante. Pero no solo le temblaban de la rabia. Realmente se notaba “acalorado”. Y no del día de verano, precisamente. Apoyó la cabeza contra la puerta, intentado relajarse y encontrar solución… pero pronto el dolor que empezó a sentir en su entrepierna ya ni le dejaba pensar. Posó su mano por encima de la ropa, para intentar ocultarlo, pero casi fue peor, soltando entre dientes y leve gemido.

-Mis felicitaciones… es una droga del sexo estupenda- murmuró, dándose pequeños golpes en la frente contra la puerta. Había sido todo un idiota. No había salida, era así de simple. Y el único que podía sacarle de aquí le estaba esperando, seguramente de donde había huido.- Que mierda de día… si salgo de esta me voy a tomar unas largas vacaciones- decidió, meneando la cabeza. ¿Estaba en esta situación y se ponía pensar en vacaciones? –Primero la obligación, y después la devoción…- suspiró, separándose de la puerta.

Jadeante, se arrastró de nuevo donde todo había empezado. Y ahí estaba ese individuo.

-Eh… sácame de aquí, y no te pegare un tiro-le ofreció, sosteniéndose en el mostrador, al notar como sus piernas estaban empezando a sostenerle malamente. Era un buen trato. Otro le hubiera pegado un tiro directamente.

-...deja de...fastidiarme...y no te clavaré otra...aguja...con lo...mismo...-murmuró, imitando el tono del mayor, se había vuelto a sentar encima dle mostrador, la mar de aburrido, leyendo lo que indudablemente parecía una revista porno-...eres un...rollo...primero...empiezas atacándome...y luego...te largas..., haberte...informado...un poco ...sobre mí...antes..., por cierto..."deja...de señalarme..."..-comentó con sorna, en un arrebato de su encanto personal, haciendo referencia al bulto entre las piernas de Jin-...podía...darte...un antídoto...¿pero...para qué...?...lo más...probable...es que...no salgas...entero...de aquí...tenías..que haber...aceptado...la opción...A...-comentó distraido, como si aquello fuera de cajón-...si tu...sigues...los tratos...yo no te ataco..., si no lo..haces...pierdes..la carta...blanca...
Observó todas las reacciones del cuerpo de Jin curioso a más no poder, la nueva versión de la droga funcionaba genial:
-...pfff...te pronostico...5 minutos...antes de que...estés...rascándote los...huevos...contra...el suelo,..agente...-volvió a su revista, como si no tuviera a un posible policía con un calentón considerable al lado-...ni te...presentas...y apareces...con una pistola...atacándome..., tú no pareces...de la poli...pareces...de Hacienda...

Tragó saliva. Iba a cantarles las cuarenta a los policías que le habían informado tan pobremente del lugar.

Ahora, por su culpa, estaba en una situación humillante, que podría volverse, sin duda, más humillante de lo que ya era. Cruzó las piernas, intentado aguantar el dolor que le producía presionar sobre su sobreexcitado pene, para ocultar un poco el ridículo espectáculo que estaba dando.

-No soy de la poli, y no te interesa mi nombre- replicó entre dientes. –Te pediría el antídoto… pero sé que no me lo vas a dar, ¿verdad?- sonrío, resignado.

-… ¿Qué te puedo dar para que me dejes salir de aquí?- concedió al final, de mala gana. Finalmente, se había rebajado ante el dolor. Cayó de rodillas al suelo, con la respiración alterada, y con un ligero rubor cubriendo su rostro. –Lo que sea para calmar esto, por favor…- pidió por lo bajo.

Lo único que tenia claro, es que después de esto le pegaría un tiro.

-...si pareces...un poli..eres...un poli...-murmuró Lenin, girando la cabeza para ver un "interesante" desplegable de tres páginas-...wow...genial...
Levantó la vista cuando el otro caía de rodillas, con cierto rubor en el rostro:
-...si no tienes...nombre...es más...fácil...dejarte...con un dolor...de huevos...considerable...-dejó la revista a un lado y bajó al suelo-...¿...me darías...lo que..sea...? -agarró suavemente a Jin del mentón, mirándolo a los ojos-...no.,..es...un farol...no lo harías...eres un...poli..., si me la...devolvieras...no sólo te...dejaba marchar...me...entregaba...yo mismo...a la poli..., quieres engañarme...lo sé...a los "chicos...buenos"...os encantamos...los "chicos..malos...", pero...sois...peores...que nosotros...

Estaba a punto de gritar por la desesperación, ¿pero que pasaba con ese tío?

-¡Vale, fui policía, pero entregue mi placa! ¿Contento?- resopló. Se mordió el labio inferior, ya no sabiendo muy bien si por la vergüenza, la excitación o la rabia contenida. Además, ¿cómo podía estar observando una revista porno tan tranquilo? ¡Le estaba sacando de sus casillas! -¡Y me llamo Jin, Jin Huo!- terminó de confesar. -¿También te tengo que decir cuando nací y mi tipo de sangre?- le miró airado.

Se dejó sostener por la barbilla, estremeciéndose ante el mínimo roce de piel contra piel. Podía considerarse afortunado, a otro le hubiera pegado un mordisco, pero no estaba el horno para bollos.

Apretó los dientes ante lo último, de los chicos buenos y chicos malos, dándole la razón con su silencio… la verdad es que estaba empezando a pensar que estaba maldito… ¿Por qué solo acababa en esta clase de situaciones con los chicos malos?

Lo que ya no pudo soportar es que le dijera que él era peor que el narcotraficante.

-¿Perdón?- soltó un bufido, apartando su rostro. -Por lo menos yo no voy clavando agujas a la gente, ni voy vendiendo droga y a saber que otras cosas haces… yo cumplo las leyes de Zados y delató a las que no las cumplen, enturbiando la paz y el orden de esta ciudad- dijo, muy molesto en su orgullo.

“Por dios… esto me mata” se lamentó mentalmente, resbalando hasta el suelo, apoyando su espalda en el mostrador, con el corazón latiendo como loco en su pecho. -… mierda, ¡por lo menos hazte responsable de que causas tu y tus drogas!- le echó en cara.

-..defiendes un...sistema capitalista, basado..en la ...prostitución...y los bienes...inmuebles de...lujo, ...en una sociedad...estratificado...injustamente..., en la que...los esclavos...son objetos...sin...sentimientos...y te...basas...en la idea...de armonía...y..bienestar...para defender...la idea...del determinismo...biológico..., cojonudo...-murmuró, haciendo gala de la formación de una carrera en sociología que no recordaba haber cursado-...prefiero...clavar...inyecciones..., además...los polis...sois...los que...más...traficais..., pero...en fin...si eres...imbecil...no es mi culpa...,además...yo no...tengo...la culpa...de ser...un capullo...psicópata...con delirios...de poder...-se quedó un momento pensativo-...no..del todo...-sacudió la cabea, restando importancia al asunto-...¿o te..crees...que hablo...así por..gusto...?
´Los ojos brillaron como focos de estadios de futboll ante el último comentario de Jin:
-...¿quieres...el antídoto...?...-murmuró, sacando una botelita de vodka sin etiqueta que le había pedido al conductor para suplir la anestesia, del tipo enano que vendían en las licorerías-...¿lo quieres...?...-pasó la botellita por delante de los ojos del moreno-...pues...ven a por...ella...gatito...-la dejó caer en el interior de sus pantalones y se cruzó de brazos enfurruñado.

Arqueó una ceja ante el discurso moralista y social que le acababa de soltar. ¿Pero este tío de donde había salido? A veces parecía sacado de la universidad más culta, pero otras veces parecía sacado del peor tugurio de la ciudad.

-¿Te importaría no generalizar?... no te niego que hay policías corruptos, conocí a uno… ¡pero no todos los son! Además, tú no eres el más adecuado para hablar de rectitud, porque que si que eres un maldito psicópata, que hablas así por gusto- bufó.

Pero cerró la boca y se quedo muy quieto al oír la palabra “antídoto”. Pero no pudo evitar entrecerrar los ojos al ver donde acababa su rayo de esperanza. “Algún día le mataré… y haré que parezca un accidente” planeó mentalmente. Había visto demasiados casos como esos para saber como hacerlos.

Pero ahora apremiaban otras cosas… y ante la necesidad… situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas.

-Por favor, no me llames gatito…- siseó como una serpiente, arrastrándose a gatas hasta llegar a la altura del narcotraficante. Tragando saliva, y echando veneno por los ojos, alzo sus manos temblorosas y abrió el cierre de su pantalón, procurando que sus ojos no se desviaran a “otros temas” que, con ayuda de la droga, le estaban resultando excesivamente interesantes. Se separó al instante de él en cuando cogió el frasquito, quedando sentado en el suelo, y abrió con la rapidez que pudo el antídoto, llevándoselo a la boca para bebérselo cuanto antes. Pero nada más dar el primer sorbo lo miró extrañado y clavo sus ojos en el extraño hombre… -¿Vodka?- susurró, de manera que parecía más una afirmación que una pregunta. Los ojos de Jin se volvieron dagas afiladas, a pesar de que su cuerpo de no estaba, precisamente, del suficientemente animo como para enfadarse.

-...¿tú...sabes...lo cara...que está la anestesia...en estos días...?-soltó, como quien no quería la cosa-...no sabía que..ahora...Mike...tomaba...vodka...
Se acercó hasta donde estaba Jin, sentado y mirándolo con odio, y le pegó una juguetona patada-...¿duele..?-preguntó de manera inocente, mientras la bota de cuero acariciaba superficialmente la entrepierna ajena-...Jin...te he mentido...el único antídoto...es la...estimuación...natural...-dicho aquello, el narcotraficante no pudo evitar sonréir maliciosa y burlonamente-...¿quiéres...que..el dolor...pare..., agente...?...puedo...sacar...mi "pistola..."...ga-tiiii-to...
Siguió rozando con sadismo aquella parte de la anatomía del investigador, viendo cuánto aguantaba sin pedirle que lo tomara por...ejem...curiosidad científica.

-Pues si, y además un vodka de ínfima calidad- lo tiró al suelo con rabia. –Cabrón… ¡me has engañ…hgmmm- se vio interrumpido cuando se tuve que morder el labio inferior, para no soltar un gemido bochornoso, y nada apropiado, si se estaba negando como gato panza arriba a ceder a los deseos carnales que a cada segundo le invadían la mente.

Alzó la mano para apartar su pie, y verse así libre de su tortura, pero no tenía la suficiente fuerza (y voluntad) de hacerlo. –N-No me llames… g-gatito- pudo decir entre jadeos. Dios… ¡esto era un maldito y jodido infierno! Ahora encima su cuerpo reaccionaba como le daba la gana, alzando las caderas en busca de un mejor contacto y fricción. Se estaba volviendo loco, y la poca dignidad que le quedaba la estaba mandando a la mierda. ¿Qué era la dignidad cuando ni siquiera se podía pensar con raciocinio? Absolutamente nada, una molestia de hecho… ¡no, no, no! Tenia que aguantar…

-Ahh…mmm…- le miró a los ojos. –…Q-Quiero acabar con esto…- pidió, no aguantando mucho su mirada, y apartándola...

Al final, la carne era débil, y él lo era mucho.

-...¿y si....a mi no...me da ...la gana...? -preguntó de manera musical y burlona-...te lo dije..., que me...darías...todo...lo que...quisiera...incluido tu...cuerpo...-murmuró, mirándolo con superioridad, apretando un poco más la presión contra su entrepierna, observando como las caderas contrarias se movían sin la voluntad de su dueño-...y ahora...me vas...a dar..todo lo que quiera...y tengo...una lista...de condiciones...que te...iré diciendo..., la primera...es que...quiero...que te desnudes...y te coloques...en el suelo...bocabajo...y con esas...piernas..tan bonitas...bien separaditas..., podíamos...discutir...si mis...métodos...te parecen...crueles...pero...de este modo...la ropa...te presionará...menos...y el frío...del suelo...-no acabó la frase, dejándola en el aire, sin llegar a saber que iba a decir.

… hacia tiempo que no tenia tantas ganas de matar a alguien. ¿Pero que otra cosa podía hacer para “calmar la situación” sino hacerle caso? En cuanto saliera de allí, la próxima vez que lo viera estaría acompañado de todo un escuadrón de policía. Ya se estaba imaginando lo bien que se sentiría en cuanto le pusiera las esposas… y que decir de cuando estuviera entre rejas.

Pero ahora solo podía hacer eso: soñar. La cruda realidad no hacia sino traerle de vuelta a la tierra y a su humillante situación.

-… haré lo que me digas, pero reza para cuando nos veamos la próxima vez…- le aseguró en un siniestro susurro.

Evitando mirar cualquiera otra cosa que no fuera el suelo, se desabrochó su camisa, de estilo chino, hasta dejar su torso, y con ello la cicatriz de su pecho, al descubierto. Aún estando sentado, tras tirar a su lado la prenda superior, se adelanto a quitarse la ropa inferior, apretando los dientes ante el roce de la ropa sobre su abultada entrepierna. Los zapatos y calcetines también volaron con los pantalones… hasta que solo quedo la ropa interior. Temblando de la rabia (y la anticipación), se quitó la última prenda que cubría su cuerpo, soltando un quedo gemido al ver su pene liberado de toda presión.

Y por último, se tumbó boca abajo en el suelo, no separando del todo las piernas, (porque tanta humillación iba a acabar con él) estremeciéndose de arriba abajo cuando el frío suelo entró en contacto contra su ardorosa piel.

-Hgn… ¿y a-ahora?- preguntó, todavía sin mirarle. No quería ver la expresión de superioridad que, seguramente, ese listo bastardo llevaba en la cara.