Otro trabajito más... (Lenny - Lemon)

Respiró agitadamente, sintiendo el peso del joven caer sobre él. Resultaba molesto y agradable a la vez. Molesto por que no le dejaba respirar bien, y necesitaba el oxigeno ahora más que nunca, pero era agradable oír la respiración alterada y calida del narcotraficante, así como notar su calor y la caricia de sus cabellos contra su pecho.

Notó que estaba haciendo algo, pero estaba demasiado cansado como para levantarse, abrir los ojos y verlo. Pero no dejaba de resultar inquietante dejarle tomar esas confianzas al joven, así que se apresuró a abrir un ojo para ver como ponía un cigarrillo de su boca. “Ah… así que era eso” pensó, con una leve sonrisa. Sin embargo ya no e gusto que lanzara los pantalones lejos de él. Con ellos se iba su seguridad y su pudor. Y así se lo trasmitió en una mirada:

-Oye, que luego tengo que vestirme…- protesto en voz baja. Ahora que se acordaba ahí tenía también las llaves de las esposas… “Mierda…” pensó, dando una calada al cigarrillo encendido, agradeciéndolo con un gesto de la cabeza. Joder que bien sentaba fumar después de un buen orgasmo.

Hizo una mueca al notar como salía de él y asintió la afirmación de que si fumaba, con un arqueamiento de cejas: ¿es que no era obvio?

Sonrió levemente ante su discurso.

-Tu has hecho con tu jeringuilla la causa de negligencia profesional, listillo… -replicó con cierta irritación al acordarse. -Entonces ilumíname, porque todavía no sé tu nombre y porque ibas hasta arriba de sangre… solo venía a preguntarte si sabías algo de las desapariciones que están ocurriendo en la zona- lentamente él también se sentó, con un gesto de leve dolor en su entrada… vaya, había sido más intenso de lo que acostumbraba…

Sonrió de manera gatuna:
-...¿sólo la...aguja...?, la ...aguja...no ha hecho que...te...dejases...penetrar..., gatito...-lo miró distraido-...sé...que estoy...bastante...bueno..., y a la...vez...me jode...pero...le saco...unas cuantas...cosas...útiles, como...tu culito ...acaba de...comprobar...¿duele...?
Echó una calada de humo, mirando de soslayo el puntito rojo:
-...ya deben...estar...listas...todas...-volvió a vista hacia Jin, mientras curioseaba las pegatinas que informaban de todo los perjuicios del tabaco-...¿fumar...mata...? , bueno...mi...nombre...no te interesa...-murmuró, imitando bastante acertadamente el tono usado por el moreno ante la negativa de darle su nombre-...y también...soy cirujano...técnicamente...neurocirujano...bastante más barato...que los...oficiales...y no...hago...demasiadas...preguntas..., pero...me suelo...manchar bastante..., tampoco...deberías...hacerlas...tú..., a pesar...de que...estamos...en la Zona...0...me he ganado...el derecho...sobre...éste...tanatorio...y es..mi territorio.. y odio...que os...liéis...a atacarme...por la...espalda...-el último susurró salió algo amenazador, pero debido a la falta de coherencia de Lenin la siguiente frase suavizó el efecto por su estupidez, a pesar de emplear el mismo tono-...mis..pantalones..., te has...quedado...sin ellos...desde que...te..los quitastes...en mi territorio...

-…- un tic extraño apareció en su ceja ante lo de “dejarse penetrar.” -… bueno, pero esa droga contribuyo en gran medida a que llegara a esa situación…- se defendió en voz baja. Ya ves, con el calentón que tuvo encima, para decir que no…

No dijo nada acerca de su belleza… joder, claro que era guapo. Eso, más su carácter, había sido una de las cosas que le habían llamado la atención del narcotraficante.

-Y claro que duele, estaba tan inmerso que ni me entere de que fui más apasionado y entregado que de costumbre…- confesó de mala gana. Dirigió su mirada hacía su entrepierna. –Además, eso, cuando esta animado, no es nada pequeño- hizo una mueca.

Le miró de reojo desconfiado.

-¿Qué debe estar listo? Tú no te vas a ninguna parte- le recordó, alzando su muñeca esposada para hacer notar lo evidente: tendría que arrastrarlo. –Y oye, ¿Cómo que no me vas a decir tu nombre? Me acabare enterando cuando salga de aquí, así que ahórrame el trabajo- pidió, molesto. ¿Por qué tenía que resultarle tan complicado y retorcido el joven? -¿Neurocirujano? –repitió, incrédulo e impresionado. En serio, ¿a que jugaban en la universidad para darle el titulo a este individuo? Deberían hacer pasar una prueba psicológica a todos los alumnos…

Y así que este era el terreno de esta fiera… vamos, que atacó en pleno territorio enemigo. Estaba más de la boca del lobo de lo que había calculado. Ahora a ver como salia… y como conseguía su ropa.

-¿Cómo que tus pantalones?- bufó, indignado. -¿Entonces que quieres que me ponga?- le increpó, echando dagas por los ojos.

Tsk… si que sabía estropearle un buen polvo.

-...no voy..a hacerlo...mi nombre...y los pantalones...son...míos..., tú también...estás...en mi...poder...ahora...-cruzó los brazos, ofendido-...deberías..saber...quién soy...a estas...alturas...y no soy...sólo neurocirujano...también...psicologo...químico...matemático...arreglador profesional...de flores e ikegami...y un montón de...cosas...de las...que no...me acuerdo...,él que no vas...a ninguna...parte...eres tú...y además...con un sólo...gesto...perderás..toda la...credibilidad...que te has...ganado en tu profesión....-murmuró caustico, señalando a la cámara que emitía aquel destello rojo, escondida entre los medicamentos-...tengo veinte...copias de la cinta...dispuestas...a ser enviadas...a la policía...y a los...principales...mafiosos de...la Zona 0..., que después...de verte...el culo..dudo que...te dejen...en paz...y puedo...hacer..más...copias...-amenazó, ahora iba totalmente en serio-...¿y qué...tienes...tú?...a un psicópata...que te acaba...de dar...por...culo...atado...-murmuró con sorna.

Un momento… ¿había oído bien? ¿Qué era suyo? Si, claro, y lo siguiente sería ponerse un collar con su nombre y un cascabel, no te jode…

¿Y un ser humano podía tener tantas carreras a la vez? ¡Pero si era más joven que él! ¿Un psicópata-ratón de biblioteca? Menuda combinación. Lo peor del mundo era que hubiera cabrones listos… y este era uno de esos cabrones listos.

Miró la cámara que señalaba y se puso mortalmente pálido.

-Mierda…- susurró, casi sin fuerzas. Se llevó las manos a la cabeza, echándose el pelo hacía atrás, en un gesto inconsciente en busca de tranquilizarse y ganar tiempo para pensar. Pero su mente acababa de decirle adiós, y no le estaba ayudando mucho a la hora de aportarle ideas para salir de ese atolladero. A este paso necesitaría más cigarrillos para dirigir la noticia. –Me estas dando más motivos para que te mate…- murmuró por lo bajo, apretando los dientes con rabia.

Suspiró, y clavó su mirada e él.

-Vale, muy bien, felicidades, me tienes bien agarrado por los huevos, ¿que quieres que haga a cambio de que esas cintas desaparezcan?- musitó, como si se estuviera atragantando de murmurar esas palabras.

-..lo quiero..todo...-murmuró, como si aquello fuera evidente, pasándole otro cigarrillo, al ver su palidez-...por eso...te dije que...habías...perdido...desde el principio..., cuando no...tienes...memoria...a largo plazo..necesitas cámaras...a mogollón..., la cuestión...aquí...es cómo funciona...la tuya...y si me...puedo...fiar..de tí...
Bajó su mano esposada con fuerza que se había visto alzada de manera obligada cuando el otro tocó su cabello:
-...lo primero...dejarás...mi tanatorio...en paz..., es...mi sueño...desde siempre...y se quedará...aquí...¿entiendes...?, no soy...del todo...malvado...debes...haber...tenido...un par...de problemas...para...llegar...hasta...aquí, con...tus...preguntitas,...digamos...que les...diría...que te dejasen en paz...-previendo su reacción, le dejó las cosas claras-...no tengo...nada...que ver...con las mafias...el crimen organizado...las bandas...y toda...esa...mierda..., pero...les impongo..bastante...respeto...
Dejó la colilla en el suelo y se encendió otro, de todos modos, lo acababan de hacer en el suelo, era tontería ser ordenado en esas circunstancias:
-...pero...por supuesto...quiero...tu palabra..de honor...y la...pistola...se queda...aquí..., lo siguiente...es...¿sabes...jugar...al ajedrez..?-preguntó curioso.

¿Qué lo quería todo? Y él también, no te jode. Quería una mansión, pasta, y una piscina, pero no podía. ¿A este hombre nunca le habían enseñado que había cosas que uno nunca podía tener? Debería empezar a marcarse ciertos límites. Aunque no pudo evitar coger el cigarrillo que le tendía, agradecido: lo necesitaría.

Hizo una mueca molesta ante el tirón de la esposa, pero tenía cosas mejores que atender, que protestar por el trato recibido.

Su mandíbula se mostró tensa ante su declaración de intenciones.

-… … … tsk- chasqueó la lengua, con fastidio. -¡De acuerdo! No volveré a meter las narices en este tanatorio en lo que me queda de vida, ¡tampoco quiero volver a verte! Pero por lo menos dame mi ropa, ¿no querrás que salga desnudo de aquí?-… ojo, que lo veía capaz de hacerle esa "gracia".

En cuanto a la pistola era un mal menor, ya se compraría otra. Lo que le descoloco fue lo del ajedrez.

-Si… sé jugar, ¿por?- le miró desconfiado.

-...jugarás...conmigo...una...vez por semana...el polvo es...opcional...aunque...creo...que no te lo has...pasado...mal...-murmuró, seductor-...puede...que te...parezca una...tontería...pero...necesito...crear...un patrón mental...contigo...
Se acercó a él, gatuando de manera sensual, y quitándole cuidadosamente un mechón de los llamativos ojos color miel, lástima que no fueran azules, la forma era muy bonita.
-...y luego...necesito...que compartas...algo de información conmigo...para ver...a "qué...me...enfrento"...y quitarme...de enmedio...a competencia...¿cómo...?-susurró sobre los labios ajenos, con los ojos brillantes-...digamos...que te...echaré...una mano...llevándote...a los sitios...más...interesantes...y poco accesibles...y quitándote..algunos...babosos de encima...y tú..largarás..lo que pueda...interesarme...¿hacemos..un trato...?...como ves...podrás...sacar...un buen...partido..de todo...ésto...y te...facilitaré...las cosas...en la Zona...0

Le miró irritado.

-No es que no me guste la idea de jugar ajedrez, ¿pero me vas hacer venir a esta cloaca una vez por semana? ¿Y si no puedo? – omitió la parte del polvo, algo sonrojado. Mejor no hacerlo, por muy tentadora que fuera la idea… solo sería darle más material. -¿Y para que necesitas un patrón mental?- preguntó, casi temeroso de saber la respuesta.

Al verle acercarse así quiso retroceder, pero las esposas no le dejaron, y una vez más maldijo la maldita hora en que creyó que estas le serían de utilidad contra el narcotraficante. ¡Ja! Una vez más, sus ideas se iban por el retrete. Se estremeció levemente cuando apartó su mechón de la cara y le miró a los ojos.

-… ¿Qué quieres saber? Yo solo trabajo para la policía… no sé de que competencia me estas hablando- susurró en voz baja, ante la cercanía de sus labios. Inconscientemente se los relamió y humedeció.

No le hacía ninguna gracia ir a sitios “interesantes y poco accesibles” en la zona 0. Eso solo olía a problemas, y más problemas. De hecho, el narcotraficante en sí, se había convertido en un gran problema.

-… digamos que aceptó el trato, ¿a que clase de lugares de refieres?- preguntó, tanteando el terreno. -¿Y que pasaría si me negara?- se alejó un poco de esos tentadores labios que ya había probado minutos antes, y que le habían dejado muy buenos recuerdos.

-...ya no..puedes...negarte...-se encogió de hombros, soltando una calada sobre los labios del mayor-...no quiero...que vuelva..aquí..., yo me acercaré...a donde estés...tú...y me...importa...una mierda...si usas la...información...para la policía...o lo que...te dé..la gana..., no puedo...conseguirla...yo mismo...y mi conejito...es demasiado..importante...así que...ahí... entras..tú..., tengo unas...cuantas...limitaciones...físicas...que me lo impiden...al principio...te chocarán...y lo más...probable es...que no sepas...cómo reaccionar...pero...lo único..que no tienes...que hacer..es dejarme...dormir bajo ningún...concepto...mientras...estemos...juntos...si lo haces...todo volverá a empezar...y te quedarás..solo ante el peligro...-en un impulso, divertido por los esfuerzos del otro para alejarse de su boca, sacó la lengua y lamió rápidamente los labios del mayor-...sitios..a donde..un poli...no puede entrar..sin su ataúd...

“Mierda, mierda, mierda y más mierda…” repitió una y otra vez en su mente.

Como le hubiera gustado tener una barra de hierro o un bate de béisbol para darse él mismo en la cabeza, por idiota, imbécil, impulsivo y confiado… y unas cuantas cosas más.

Le miró alarmado.

-¿Cómo que tú me encontraras?- preguntó, temeroso. Ya estaba imaginando un día al narcotraficante llamando a la puerta de su casa. Y no le hacia ninguna gracia de que el joven pudiera enterarse de donde vivía. Es como si le diera más facilidades para joderle la vida.

-En pocas palabras, si hay que arriesgar el cuello de alguien, tiene que ser el mío, ¿no?-aventuró, de mal humor. –Que detalle por tu parte- añadió, irónico, con ganas de lanzarse a su yugular, y no precisamente en busca de cariñitos.

-¿Y porque no te puedo dejar dormir?- le miró de arriba abajo, como calculando la talla de su camisa de fuerza.

¿Por qué siempre los chicos malos, pervertidos y psicópatas tenían que acercarse a él?... tenía que haber sido florista, o algo de eso. A este paso su esperanza de vida se veía peligrosamente baja.

Instintivamente, cuando el mayor le lamió los labios retrocedió todo lo que pudo, tapándole la boca con su mano no esposada.

-Ey, ¿no me digas que quieres una segunda ronda? Porque mi culo se niega en rotundo- protestó, visiblemente molesto.

Apartó gran parte de su larga melena ante la pregunta de sus hábitos de sueño, mostrando su craneo surcado de profundas cicatrices que parecían indudablemente lobotonmías.
-...por ésto...¿sinceramente...te crees...que el habla...entrecortada...es normal...y práctica...?...digamos...que tuve...diecisiete...operaciones...fallidas...pero...tranquilo...sigo siendo...jodidamente...inteligente...y por eso...llevo el...pelo...largo..., cambiando...de tema...estarás...bastante...seguro...conmigo...mientras...no te saltes...las reglas, quiero...tu número...de teléfono...móvil...y si eres...un frígido...dejaremos...la segunda...ronda...para...otro...día...

Parpadeó sorprendido, y algo inquieto, por la multitud de cicatrices que tenía.

-¿Diecisiete operaciones? –preguntó en voz baja. –Esa barbaridad no debería estar permitida… ¿pero que te paso?- preguntó, francamente curioso, y con una pizquita de preocupación hacía el narcotraficante.

Quizás, su locura no fuera del todo su culpa… con tantas operaciones, seguro que alguna le habían dejado medio tocado. Aunque no acababa de entender que tenía que ver que tuviera el pelo largo y la inteligencia… a lo mejor era como Sansón y su pelo largo era la fuente de su inteligencia… ... ... Anda que menudas tonterías andaba pensando.

-Oh, no sabes lo que me tranquiliza saber que con un narcotraficante psicópata voy a estar seguro- comentó, cargado de ironía.

Cuando oyó lo del móvil gruñó molesto: si ya era poco amigos de los móviles, a pesar de su utilidad, ahora los odiaba a muerte.

-Aparte de la pistola y las esposas, en mi bolsillo debería estar mi móvil… -le informó, sin ninguna gana de hacerlo. –Cogelo y apunta el número-

Le fulminó ya por incontable vez con la mirada ante lo de frígido.

-No soy frígido… -apretó los dientes. -¿Pero si me has jodido bien crees que voy a dejar que me des aún más? A cualquier otra cosa adelante, pero no pienso recibir más por detrás- le desafió, cruzándose de brazos. –Y si tienes tantas ganas, pon tu culo para hacer la tarea-

Bostezó ampliamente, pasando de sus críticas olímpicamente, mirándolo sorprendido cuando preguntó por su cabeza:
-...tenía metal atravesándome...el coco...y digamos...que ciertos.."capullos...hedonistas..." -murmuró, refiriéndose a sus padres-...pensaron...que el electroshock...y las...pastillitas...eran un buen remedio...para...-dejó la frase en el aire, se le había ido de la cabeza y no pensaba ponerse a buscarla.
Lo miró de arriba a abajo, con los ojos entrecerrados, evaluándolo:
-...¿mi...culo...?...dame...de lo que...te metas en...vena..., yo voy...arriba...-murmuró, quitándole su último cigarrillo, ya iba siendo hora de las drogas más fuertes, pero al menos, hasta que dejasen las cosas claras se fumaría los paquetes de cigarros ajenos. Le dió un azote el trasero:
-...levanta...tengo...las pelotas...congeladas...-murmuró, haciendo gala de su encanto personal y verde.

Apretó los puños con fuerza al ver “el caso que le hacía”.

Por lo menos le contestó lo que le paso en la cabeza… aunque no tenía ni idea de a quienes se refería con “capullos hedonistas”. Ya se lo preguntaría más adelante. Ahora no estaba de humor y con suficiente paciencia para entrar en un tema que seguramente le llevaría tiempo saber… de esta manera quizás pudiera entender al narcotraficante del ahora a través del narcotraficante del pasado.

Ya sabía él que se iba a negar, pero por intentarlo…

-¡Ey, ey, ey!- protestó, al ver como le quitaba su último cigarrillo, y con él su elixir para tranquilizarse. ¿Y adonde se iba?

Cuanto sintió el azote en su culo, sintió como la rabia y humillación subían por su cuerpo, dando un ligero rubor a sus mejillas. Le agarró de la mano y le advirtió: -No vuelvas hacer eso… y hay otras maneras de pedir que me levante- le gruñó, mientras se levantaba con una mueca.

Genio y figura… hasta la sepultura…

-¿Adonde vamos?- preguntó, aún con rencor destilando de su voz.

Cuando lo agarró de la mano y lo amenazó, no pudo evitar repetir la acción y golpeó el trasero con más fuerza, sonriendo divertido por los ataques de rabia dle otro. Luego tiró de él hacia la ropa de Jin, sacando el teléfono y poniendo su número en su memoria, para dárselo al investigador y rebuscar entre los bolsillos la llave de las esposas, con la que abrió el molesto cierre, palpando la muñeca, incómoda por la anterior sensación.
Y cuando parecía que todo saldría bien para el investigador privado, Lenin acercó el mechero a la ropa, provocando llamas y encendiendo el cigarrillo medio apagado con ellas.
-...tu ropa...prende...bien...-observó como el metal de la pistola parecía arder al rojo vivo entre restos incendiados de ropa.

Mírale, a pesar de su advertencia, no solo pasaba de ella, sino que le volvía a dar.

-Cabrón… ¿es que te gusta llevarme la contraria? Algún día explotare y no estaré satisfecho hasta que te pegue un tiro entre ceja y ceja…- murmuró sombríamente.

Ay, si tuviera su pistola…

Pronto se vio arrastrado hacía su ropa y observó como el narcotraficante apuntaba su numero. Le dio su móvil, y Jin se quedó mirando ese cacharro como si fuera una serpiente especialmente venenosa a punto de saltarle al cuello.

Pero lo que más agradeció fue verse libre de las esposas. Se frotó la dañada muñeca, y en eso estaba cuando vio lo que hacía con su mechero.

-¡Me cago en la…!- exclamó, mordiéndose el labio inferior, impotente, viendo como ardía su ropa con una facilidad pasmosa. Su pistola le invitaba a cogerla… pero sabía muy bien que como la cogiera en esos instantes se llevaría una buena quemadura.

-¡Capullo! ¿Y ahora que hago? ¿Es que quieres que vaya desnudo por la calle?- le agarró de los hombros, duramente, obligándolo a mirarle. –Ya me estas dejando algo de ropa si no quieres que te deje como un autentico felpudo, con o sin videos de amenaza- siseó, entre dientes.

Aprovechó aquel agarre, para darle un pico en los labios entre el zarandeo, y aprovechar para abrazarlo y pasar las manos alrededor de su cuello insinuadoramente, sin poder evitar soltar una risa entre dientes.
-...¿sólo tenías..esa...camisa...hortera...o qué...?...nunca me ha...gustado...el estilo de...camisa...oriental..pero...prenden...bien...-miró el cuerpo desnudo del otro-...que sí...que sí..cansino...-murmuró, pasando de nuevo de él, empujándolo suavemente, como si él hubiera sido el reticente a ser abrazado, de´jando los restos de cigarrillo entre sus labios y tirándole su ropa de cirujano, aún manchada de sangre.

Dios mío… con ese hombre sentía que se le llevaba la corriente. Daba igual lo que hiciera, o lo que dijera: siempre acababa haciendo lo que el otro quería. Que forma de ser más… cautivante y engatusadora.

-¿Hortera?- le miró indignado, molesto por que le empujara así cuando había sido él quien le había abrazado. –Y tal como lo dices, parece que te dedicaras los fines de semana a quemar ropa- resopló. No le resultaría extraño… había gente que leía, otra que pintaba, y otra gente que quemaba ropa. Claro que si, de lo más normal.

Cogió la ropa que le lanzaba… comprobando que era la de médico que había llevado antes, la que estaba llena de sangre.

-…- ya ni se molesto en protestar: directamente la tiró al fuego con las otras prendas. –Por favor, seamos serios, ¿tú quieres joderme la vida más de lo que ya lo has hecho?- preguntó, con una peligrosa suavidad. -Dame ropa que no este manchada de sangre ni destrozada, te lo pido sinceramente- dijo, en el mismo tono.

-...vale..vale...ven gatito...-lo retó, desapareciendo por el pasillo hasta el único sitio no cerrado con llave a cal y canto, su "sala de los diplomas", una imitación perfecta de una consulta de médico normal, perfectamente limpia y ordenada, con su camilla y su material antiséptico, con la pared del fondo, detrás del escritorio de madera oscura, lleno de diplomas a nombre de Lenin Tenenbaum, la mayoría relacionados con químicas o medicina, que habían sido puestos allí por el pelirrojo "para aparentar", porque verdaderamente no recordaba haberse sacado ni la mitad de todas sus carreras debido a sus grandes lagunas mentales.
Apartó la silla enfrente del escritorio, dejándola al alcance de su invitado:
-..siéntate...y no toques nada...vuelvo en un...minuto...
No tenía demasiados problemas en dejarlo solo allí, en el fondo le importaba una mierda que supiera o no su nombre y era la única sala que no tenía material implicatorio con el que hacer chantaje. Cerró la puerta con seguro tras el moreno y subió al piso de arriba a por ropa.

Le miró desconfiado, pero le siguió.

Cuando entró en esa nueva sala parpadeó sorprendido. ¿Seguían estando en el mismo edificio? Es más ¿seguían estando en el mismo barrio? Por que esa cantidad de diplomas abrumaba y todos estaban al nombre de… Lenin Tenenbaum… ¿así que ese era su nombre? Bueno, por lo menos ya se ahorraba tener que investigarlo.

Observó la silla que le ofrecía pero se negó en rotundo a sentarse, y permaneció de pie con los brazos cruzados. Le vio irse, y casi al instante empezó a investigar la habitación, esperando encontrar algo que le sirviera, ¡aunque fuera un bate de béisbol! Pero no había nada contundente excepto la silla… pero no era cuestión, era todo un lío darle a alguien con una silla.

Suspiró y finalmente se dejó caer en la silla. “Espero que esta vez traiga algo de ropa seria…” pensó para sí, aunque con pocas esperanzas, visto lo visto.

Miró hacía la puerta… ¿podría escapar?... se levantó una vez más, pero se tuvo que volver a sentar, de mala leche, viendo que lo había encerrado.

-Genial…- murmuró. “Espero que no planee tenerme aquí toda la vida” ese pensamiento le invadió, y le dejó algo inquieto, y mirando de manera tensa la puerta.

Después de todo… uno no podía fiarse del encantador Lenin Tenenbaum.

Volvió al cabo de quince minutos, tras una ducha rápida y un cambio de vestuario consistente en sus pantalones, botines y chaleco de cuero, su pantentado uniforme de farmaceútico anti apuñalamientos, cargado con una montaña de ropa negra, que tiró sobre Jin:
-...si los...pantalones te..quedan...un poco largos...te jodes..canijo...-murmuró, haciendo gala de sus dotes de anfitrión. Normalmente le hubiera dado algo hortera y posiblemente imponible y se habría partido la caja al verlo salir a la calle, pero sabía reconocer y recompensar un buen polvo, así que le pasó "ropa formal" una camisa y pantalones negros de vestir bastante simples-...en esta...casa...nos..decantamos...por...los colores...oscuros...así que...no tenemos...camisas horteras...-se sentó sobre el escritorio, mirándolo distraido, siendo bastante evidente lo ceñida que le quedaban aquellas prendas de cuero bajo aquella luz, que cumplían bien su función, en el caso de ser apuñalado, el resistente material no permitiría clavar hasta el fondo la hoja, y evitaría en gran medida ser sacada para volver a atacar-...¿por..dónde...iba...nuestra.."interesante."...conversación...?

Ya se estaba plateando tirar la puerta abajo, cuando el señor Lenin volvió. Le miro de arriba abajo nada más entrar, reconociendo mentalmente que esa ropa le quedaba extremadamente bien… sobretodo por lo mucho que marcaba su cuerpo. Un regalo para la vista. Ojala su forma de ser fuera tan agraciada como su cuerpo. Pero iba a ser que no, y le tocaba joderse.

Cogió la ropa negra que le lanzaba al vuelo, y la revisó rápidamente con ojo crítico. “Uf… nada fuera de lo normal… un poco soso, pero bueno, me vale” aceptó.

-Gracias… señor Tenenbaum- murmuró, con cierta mala leche, al pronunciar su nombre. –Es todo un anfitrión, me tiene extasiado de tanta amabilidad- añadió, con cierto recochineo. –Y en esta casa hay demasiadas cosas oscuras…- murmuró lo último, más para sí que para el narcotraficante.

A saber que otras cosas ilegales se realizaban en ese lugar.

Se levantó, y agarrando los pantalones se apresuró a ponérselos, sin ocultarse o turbarse: total, ya le había visto de sobra desnudo. También se puso la camisa, agradeciendo la calidez que le brindaba. Agitó su pelo, para comprobar que no se había quedado enganchado en la camisa, y se guardó el móvil en el bolsillo, para finalmente sentarse de nuevo, clavando sus ojos en los del joven de pelo bicolor.

-Pues nuestra interesante charla era sobre las condiciones de nuestro trato, antes de que se le ocurriera quemar mi ropa- le recordó, bastante molesto.

-..tu camisa..fue la...que primero ardió...-murmuró, soltando una de sus extraños razonamientos que lo eximían de toda culpa. Se sentó como los indios en el escritorio, e iba a soltar otro de sus extraños razonamientos sobre por qué el pollo cruzó la carretera y que tenía que ver la convergencia lunar como causante de su conducta, cuando la puerta se abrió de golpe, dejando ver al enorme conductor negro de Lenin, confesamente atraido por su cuerpo, que los miraba con una molesta incomodidad y morbo, evidentemente, era a él al que Lenin había pedido el tema de las cintas, ya que Hayden, a pesar de ser bastante tolerante con la tendencia del narco a ir de cama en cama, no le hubiera gustado. Pasó una bandeja al pelirrojo con un cartón de leche y lo que parecían una caja de galletas con forma de animalitos, mientras éste suspiraba satisfecho, ya era hora. Clavó la pajita de golpe en el cartón y situó sus labios alrededor del objeto cuando se dió cuenta de que su subordinado le miraba:
-...Mike...largo...
Fastidiado, observó como el otro se largaba, siguiéndolo con la mirada cabreado:
-...seguro...que tiene...su copia...a buen..recaudo..-murmuró para sí, volviendo su atención al ex policía-...bla bla bla, bueno...lo que pase aquí...ya no te..preocupa...mientras...no intente...matarte..., aquí...todos...me conocen..como "Lenny"...así que...te puedes...ahorrar...mi apellido..., entonces...todo ok...-murmuró, de todos modos no se acordaba muy para allá de las condiciones, así que para adelante.

-Si, claro, ardió por combustión espontánea, no te jode…-murmuró por lo bajo.

Cruzó las piernas, y puso las manos en su regazo, como acostumbraba hacer cuando hablaba con un cliente, o negociaba con alguien. Y la verdad, esta negociación ya llevaba perdida bastante tiempo, pero por intentarlo…

Iba a abrir la boca para aclarar ciertos puntos cuando la puerta se abrió de repente… ¡ah, era el del mostrador! El que salio huyendo… ¿Por qué los miraba así? No le gusto nada, y así lo demostró cuando le fulminó letalmente con la mirada…

“Ay, si las miradas mataran… todos los de este maldito edificio estarían ya 3 metros bajo tierra” pensó.

Observó como le tendía a Lenin lo que sería la típica merienda de niños de cinco años, y como se la comía con deleite.

“Por favor… donde no este una buena cerveza que se quite el resto” suspiró. … ver comida le había dado hambre. ¿Qué hora era? En fin… vio como despedía al “lacayo” y se relajo nuevamente, pero solo un poco.

A pesar de que solo fue un murmullo pudo oír sus palabras.

-¿Qué copia?- preguntó desconfiado… y teniendo una muy mala sospecha.

-Bien, "Lenny", me parece estupendo que te guste el acuerdo, pero a mi no, ¿Qué tipo de encargos me vas hacer cumplir? Porque si son peligrosos, vete olvidando, pues es como si “intentaras matarme”- repitió su mismas, palabras, con el mismo tono, echando chispas por los ojos, pero sin moverse un ápice de su calculada postura negociadora.